17 de abril de 2007

Caso Jon Sobrino. 03. El artículo de R. H. Lugo

La condena del teólogo Jon Sobrino



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Fuente : Raúl H. LUGO, La condena del teólogo Jon Sobrino, DEIA, 2007 .

En 1977, Jon Sobrino escribió su "Cristología desde América Latina". Eran tiempos de efervescencia teológica y pastoral en nuestro continente. Sobrino en El Salvador, Leonardo y Clodovis Boff en Brasil, Juan Luis Segundo en Uruguay, decenas de teólogos, cientos de catequistas, religiosos, ministros ordenados (incluyendo un buen número de valientes obispos) construían desde la base eclesial una nueva experiencia teológica y pastoral: la teología de la liberación y su sucedáneo organizativo, las comunidades eclesiales de base. Los vientos del Concilio habían generado, con su potencia transformadora, espacios nuevos en que la iglesia de América Latina se descubría como iglesia de los pobres, iglesia contra la pobreza.

Ya para 1982, dos años después del martirio de su admirado pastor y amigo Monseñor Romero, Jon Sobrino intentó dar respuesta a dudas surgidas en torno a su cristología. En el libro "Jesús en América Latina. Su significado para la fe y la cristología", el teólogo vasco-salvadoreño esclarecía con mayor precisión su aportación fundamental: el significado del Jesús histórico para la cristología. Sobre este libro escribió el también mártir Ignacio Ellacuría diciendo: "Este nuevo libro de Jon Sobrino dice, de forma más precisa y elaborada, que Jesús es Dios, pero añadiendo inmediatamente que el Dios verdadero es sólo el que se revela histórica y escandalosamente en Jesús y en los pobres, los cuales continúan su presencia".

"Sólo quien mantiene tensa y unitariamente esas dos afirmaciones es ortodoxo -continúa diciendo el mártir- y sólo quien historiza adecuadamente esa unidad, que va más allá de lo definido en Calcedonia, puede hacer vivo y eficaz entre los hombres de hoy al Jesús muerto por nuestros pecados y al Cristo resucitado por nuestra salvación. Jon Sobrino ha podido hacer esto porque vive y hace lo que piensa y, a su vez, piensa lo que vive y lo que hace el pueblo de Dios..., en ese lugar privilegiado de manifestación histórica del Dios de Jesús que son las mayorías oprimidas del Tercer Mundo".

Ya en 1991, en un nuevo balbuceo teológico (porque como afirmara Bonhoeffer: «Hablar de Cristo significa callar»), Jon Sobrino escribe: "Jesucristo Liberador", un nuevo ensayo de lectura histórico teológica de la persona de Jesús de Nazaret. Pocos teólogos tan obsesionados por penetrar el misterio de Jesús como Jon Sobrino. Pocos tan coherentes y lúcidos. Menos aún los que, a pesar del invierno eclesial por el que pasamos, continúan como él pensando el misterio del Maestro itinerante de Nazaret.

Sobrino, nacido el 27 de diciembre de 1938 en Bilbao, viajó a El Salvador en 1957. Cursó estudios de ingeniería en la universidad jesuita de San Luis, en Estados Unidos y teología en Alemania. Volvió a El Salvador como profesor universitario de teología. Fue cofundador de la Universidad Centro Americana (UCA) y ha sido un prolífico autor que, a más de sus contribuciones cristológicas, incursionó en la espiritualidad de liberación.

Se ha filtrado ahora a través de los medios de comunicación que el próximo jueves la Congregación de la Doctrina de la Fe sancionará a Jon Sobrino por "falsear la figura del Jesús histórico al subrayar en demasía la humanidad de Cristo, ocultando, por el contrario, su divinidad", según informa el corresponsal religioso José Manuel Vidal. Ya desde mis años de seminario la discusión sobre la significación del Jesús histórico para la cristología era un asunto candente. Los avances de los estudios bíblicos causaban, en muchas mentes cerradas, un miedo casi ilimitado.
Pero los aires del Concilio Vaticano II invitaban a pujar por la renovación total de la Iglesia a pesar de las tendencias conservadoras que confabulaban en secreto. Recuerdo a mi entonces maestro de Teología, el hoy obispo Lázaro Pérez Jiménez, exhortándonos a incursionar en los terrenos de la Teología de la Liberación en nuestros trabajos escritos o, al menos, a no dejar de tomar en cuenta sus aportaciones. Desde entonces, estudiar a Jon Sobrino nos ayudó a situarnos de una manera nueva delante del Jesús histórico.

Si la causa de la condena de Sobrino es la mencionada por José Manuel Vidal, mal camino llevamos. La humanidad de Jesús es el único camino posible para llegar a su divinidad. Lo refiero en un folleto que ha visto la luz en los Estados Unidos editado por "Loyola Press" y que lleva por título "Pasión por el Reino de Dios". En el texto recién publicado afirmo: "Quizá una de las razones por las que tememos enfrentar las causas por las cuales Jesús fue llevado a la muerte es que casi siempre miramos a Jesús desde su divinidad y no desde su humanidad. Pensar a Jesús a partir de su divinidad nos causa muchos problemas, porque una vez que establecemos que Jesús es Dios, nos cuesta mucho trabajo encontrar un espacio para que también sea hombre". Una vez Karl Rahner, el más influyente teólogo jesuita del siglo XX, dijo que si pudiéramos "abrir las cabezas" de los creyentes, para ver cómo creen, hallaríamos que muchos de ellos tienen una fe en Cristo inconscientemente monofisita. Es decir: una fe en la que la divinidad de Jesús se come a su humanidad, o le hace sombra.

"Y es que los primeros discípulos y discípulas de Jesús obraron diferente. Ellos se encontraron con Jesús, quedaron fascinados por su manera de hablar y de vivir, fueron entendiendo paulatinamente cuál era el núcleo de su mensaje liberador, se sintieron amados por Él. Es este encuentro humano con la persona de Jesús el que los llevó, más tarde, a confesar que era Hijo de Dios". Aunque no haya término de comparación (Jon Sobrino es un teólogo en toda la línea, yo un humilde biblista diletante), afirmo lo mismo que se denuncia como causa de la condena del teólogo salvadoreño. Me temo que si condenan a Jon Sobrino tendrán que condenarme también a mí.


Raúl H. Lugo Rodríguez, doctor en Sagradas Escrituras.

16 de abril de 2007

Felices 500 euros

El Papa Benedicto XVI cumplió hoy ochenta añotes de vida. Para celebrarlo organizó grandes cosas: una misa masiva en la plaza de San Pedro, un almuerzo con los eminentísimos señores cardenales de la Santa Iglesia Romana, un concierto multitudinario con la orquesta radiofónica de Stuttgart, la publicación de un libro cuestionable (con tiraje de no'más 350 mil ejemplares), la proclamación de día festivo en el Estado de la Ciudad del Vaticano y en las universidades católicas de la ciudad de Roma y... la entrega de un bono de quinientos euros a cada uno de los empleados de la Ciudad.

Benedicto XVI

Con certeza el Papa ha recibido donativos y algunos regalos. A decir de su secretario personal, el Padre George Gaenswein, ha recibido numerosas cartas, tarjetas y flores. Entre lo que recibió, por ejemplo, hay un enorme oso de felpa que le envió algún italiano con buen humor. Dicen que el Santo Padre ya se deshizo de él, que diga, ya lo regaló al Hospital del Niño Jesús, el hospital pediátrico de la Santa Sede. El mismo secretario informó que los donativos recibidos serán destinados a Tierra Santa, África, y otras regiones necesitadas del mundo. En otras palabras, el Papa regala sus regalos y lo hace a quien él quiere. Más claro no pudo haber sido su más estrecho colaborador.

En fin, si usted quiere hacer feliz a un empleado del Vaticano, mande su donativo generoso a la Santa Sede en ocasión del natalicio de su Santidad para que se lo regale a alguno y pueda entonces exclamar: felices 500 euros.

14 de abril de 2007

Regalo, tarea y promesa.

Asistí a la primera boda de mi hermana a los cinco años en la kermés de la escuela. Hoy regreso a Roma después asistir a su matrimonio verdadero en Ciudad de México. Veinticinco años después el tiempo la ha madurado (a mí quizá un poco menos). Toda una señora, hoy comparte su vida con la persona que piensa siempre fue para ella. Pensarlo así me da gusto y al mismo tiempo me da vértigo. Me hace reflexionar una vez más sobre mi propia vocación y los desatinos de ésta. Supongo que no será más fácil la vocación al matrimonio, pero tenerlo así de claro es admirable.

Por mi parte hice todo lo posible (lo poco que puedo) para que se casaran bien y bonito. No hice gran cosa pero como todos en la familia y entre sus amigos y amigas pusimos un granito de arena, el resultado al final nos gustó a todos. No cabe duda que todo sacramento cristiano celebra la vida. O mejor, la Vida. Esa que nos maneja y nos lleva no sabemos ni como. Esa que se impone y se cuela y se escurre y gana.

Al final he tenido que retornar con un grato recuerdo, pero sin haber podido visitar en mi tierra a tantas personas como quería porque debo preparar el tercer periodo de exámenes de mis cursos este año, de los cuales, por cierto, dicen que son los más difíciles.



Mientras venía en el avión, esta ocasión con escala en Madrid, cuando no estudiaba o dormía, pensaba en la hermosa armonía que se dio en las partes de la homilía de la boda y en la cual, por cierto, me pidieron que participara. El primer Padre habló del amor de Dios como regalo (don) que se recibe de manera gratuita. El segundo trató sobre el mismo amor de Dios pero acentuando la respuesta del hombre a dicho amor como una tarea (responsabilidad moral) y yo recogí los aportes hechos y destaqué el amor de Dios como promesa (esperanza). Con certeza no hubiera sido tan articulada si la planeamos con anticipación. Los tres pensamos en hablar del amor de Dios, pues es evidente que el amor de dos esposos enseguida hace volver la mirada hacia el Amor. El que es, como dijimos, regalo, tarea y promesa.