14 de abril de 2007

Regalo, tarea y promesa.

Asistí a la primera boda de mi hermana a los cinco años en la kermés de la escuela. Hoy regreso a Roma después asistir a su matrimonio verdadero en Ciudad de México. Veinticinco años después el tiempo la ha madurado (a mí quizá un poco menos). Toda una señora, hoy comparte su vida con la persona que piensa siempre fue para ella. Pensarlo así me da gusto y al mismo tiempo me da vértigo. Me hace reflexionar una vez más sobre mi propia vocación y los desatinos de ésta. Supongo que no será más fácil la vocación al matrimonio, pero tenerlo así de claro es admirable.

Por mi parte hice todo lo posible (lo poco que puedo) para que se casaran bien y bonito. No hice gran cosa pero como todos en la familia y entre sus amigos y amigas pusimos un granito de arena, el resultado al final nos gustó a todos. No cabe duda que todo sacramento cristiano celebra la vida. O mejor, la Vida. Esa que nos maneja y nos lleva no sabemos ni como. Esa que se impone y se cuela y se escurre y gana.

Al final he tenido que retornar con un grato recuerdo, pero sin haber podido visitar en mi tierra a tantas personas como quería porque debo preparar el tercer periodo de exámenes de mis cursos este año, de los cuales, por cierto, dicen que son los más difíciles.



Mientras venía en el avión, esta ocasión con escala en Madrid, cuando no estudiaba o dormía, pensaba en la hermosa armonía que se dio en las partes de la homilía de la boda y en la cual, por cierto, me pidieron que participara. El primer Padre habló del amor de Dios como regalo (don) que se recibe de manera gratuita. El segundo trató sobre el mismo amor de Dios pero acentuando la respuesta del hombre a dicho amor como una tarea (responsabilidad moral) y yo recogí los aportes hechos y destaqué el amor de Dios como promesa (esperanza). Con certeza no hubiera sido tan articulada si la planeamos con anticipación. Los tres pensamos en hablar del amor de Dios, pues es evidente que el amor de dos esposos enseguida hace volver la mirada hacia el Amor. El que es, como dijimos, regalo, tarea y promesa.

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