25 de julio de 2007

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21 de julio de 2007

12 El Samnio y más allá de él

La conquista de Italia [4 de 4 partes]


Roma no ignoraba en modo alguno el hecho de que los samnitas no habían sido aplastados. Durante los años de paz se fortaleció en todas direcciones. Se anexó el territorio situado al este del Lacio y al norte del Samnio, llegando al mar Adriático por vez primera. De este modo interpuso una sólida franja de territorio romano entre los samnitas del sudoeste y los etruscos y galos del noroeste. Fundó ciudades en los Apeninos (que corren a lo largo de toda la Península Italiana como una columna dorsal) para que sirvieran como centros de fuerza en la ofensiva y de resistencia en la defensiva.

Los galos, naturalmente, sintieron temores ante el creciente poder de Roma. La ciudad que habían tomado y saqueado un siglo antes había logrado surgir de sus ruinas y hacerse cada vez más poderosa. Ahora dominaba 38.000 kilómetros cuadrados de Italia central. Se extendía de mar a mar y ninguna otra potencia italiana podía hacerle frente.

Demasiado tarde (los enemigos de Roma siempre reaccionaban demasiado tarde) los galos decidieron unirse a los enemigos que tenía Roma en la Península y aplastar a la potencia advenediza.

Lucania suministró el pretexto para una nueva guerra, pues llegaron a Roma enviados lucanos quejándose de que los samnitas estaban nuevamente hostilizándolos, en violación de los acuerdos del tratado. Esto era todo le que Roma necesitaba. Rápidamente invadió el Samnio y comenzó la Tercera Guerra Samnita, en 298 a. C.

Pero los samnitas decidieron esta vez no enfrentarse solos con los romanos. Un ejército samnita se abrió camino hacia el Norte, y unido a los etruscos y los galos, enfrentó a los romanos.

Para los romanos fue una alianza temible. No habían olvidado a los galos, y su nombre mismo hacía latir con inquietud los corazones romanos.

Fabio Máximo, que había asolado Etruria en la guerra anterior, fue enviado nuevamente al Norte. En 295 a. C., los ejércitos enemigos se encontraron en Sentinum, a unos 180 kilómetros al norte de Roma y a sólo 50 kilómetros al sur de la frontera gala. Los romanos habían ido al encuentro de los galos recorriendo bastante más que la mitad del camino.

En la batalla que sobrevino, los samnitas y los galos resistieron firmemente el ataque romano durante un tiempo, pero los etruscos se dispersaron cuando los romanos enviaron un destacamento a saquear Etruria. El cónsul colega de Fabio era Decio Mus, hijo y tocayo del cónsul que se había dado muerte para obtener la victoria durante la Guerra Latina. El hijo decidió ahora hacer lo mismo y, después de apropiados ritos religiosos, se lanzó a la línea del frente en busca de la muerte... y la encontró.

Finalmente, los romanos triunfaron. Los restos del ejército samnita se retiraron apresuradamente y los galos fueron prácticamente barridos. La victoria romana fue completa, pues las pérdidas enemigas habían sido tres veces superiores a las romanas.

Terminó el terror que inspiraba el nombre de los galos. Estos ya no tomaron parte en la lucha; tenían suficiente. La pesadilla del 390 a. C. desapareció para siempre de la mente romana. Los etruscos hicieron una paz separada en 294 a. C. y los samnitas quedaron luchando solos.

Papirio Cursor invadió el Samnio. En la parte sudoriental de esta región, a unos 260 kilómetros al sudeste de Roma, el ejército romano (combatiendo cada vez más lejos de su hogar) enfrentó y derrotó a los samnitas en Aquilonia, en el 293 a. C. Los samnitas siguieron luchando desesperadamente durante tres años más, pero por último, en 290 a. C., cedieron nuevamente.

Aun entonces, Roma no estuvo en condiciones de exigir un sacrificio demasiado grande al tenaz enemigo que combatía contra ella, con breves interrupciones, desde hacía medio siglo. El Samnio fue obligado a entrar en alianza con Roma, pero era una alianza de partes casi iguales. El Samnio no tuvo que renunciar a su independencia, pero ya no pudo combatir independientemente; los samnitas sólo podían marchar a la guerra bajo el mando de generales romanos.

Aquietado el Samnio, Roma consolidó su dominación en Etruria y entre las tribus galas al este de Sentinum. En 281 a. C. estaba bajo su control toda Italia, desde el límite meridional de la Galia Cisalpina hasta las ciudades griegas del Sur. Dominaba casi la mitad de la Península.

Pero, como siempre, completada una conquista, surgía un peligro más allá de ella.

Las ciudades griegas del Sur contemplaban con asombro y temor al nuevo coloso que se cernía sobre ellas.

Cien años antes, Roma era una ciudad desconocida, destruida por bárbaros galos (suceso apenas mencionado en las obras de un solo filósofo griego de la época). Luego, durante un siglo, siguió siendo una más de las tribus nativas italianas que los cultos griegos juzgaban desdeñosamente como meros estorbos bárbaros. Ahora los ejércitos romanos estaban en todas partes, y en todas partes eran victoriosos.

Algunas ciudades griegas trataron de sacar el mejor partido posible de la situación uniéndose a los romanos, ya que no podían derrotarlos. Neapolis (la actual Nápoles), muy lejos, al Noroeste, de la principal potencia griega, se alió con Roma.

Pero Tarento, la principal ciudad de la Magna Grecia, no tenía intención de someterse a los bárbaros. Buscó ayuda en el exterior, como había estado haciendo desde hacía bastante tiempo. Fue Tarento la que había llamado a Alejandro de Epiro contra los italianos medio siglo antes.

Mientras Roma se hallaba profundamente empeñada en la guerra con el Samnio, los tarentinos pensaron que habían encontrado en Sicilia al hombre apropiado. Un capaz general, Agatocles, se había hecho amo de Siracusa, la mayor ciudad de Sicilia, en 316 a. C. Desde Siracusa extendió su dominación sobre casi toda Sicilia, y por un momento pareció que sería el campeón de la causa griega en todo el Oeste.

Pero los cartagineses, que combatían contra los griegos de Sicilia desde hacía dos siglos, se pusieron en acción y enviaron un gran ejército contra Agatocles. Este fue derrotado en 310 y acorralado en la misma Siracusa.

Agatocles tuvo entonces una idea sumamente audaz, que iba a tener importantes consecuencias un siglo más tarde. Decidió llevar la lucha a la misma Cartago. Se deslizó fuera de Siracusa con un pequeño ejército y se dirigió hacia la costa africana, eludiendo a la flota cartaginesa.

Los cartagineses fueron totalmente tomados por sorpresa. No habían tenido enemigos importantes en África durante siglos y se sentían seguros de que ningún enemigo podía aproximarse por mar mientras la flota cartaginesa dominase los mares. Por ello, la ciudad y sus vías de acceso no estaban defendidas, y Agatocles pudo saquear y asolar a voluntad. Los cartagineses se vieron obligados a firmar un tratado de paz con él en 307 a. C., con lo que su poder en Sicilia fue aún mayor que antes.

Los tarentinos llamaron a Agatocles a Italia, y éste estuvo en ella varios años. Los romanos, activamente empeñados en someter a los samnitas y consolidar sus conquistas, le prestaron poca atención.

Bajo un hombre como Agatocles, los griegos de Occidente podían haber llegado a ser suficientemente fuertes como para resistir a los romanos. Pero Agatocles no pudo hacer que los tarentinos permaneciesen firmemente a su lado, como no lo habían conseguido los que habían antes ayudado a Tárenlo. Los tarentinos querían ayuda, pero no deseaban ver perturbado su cómodo y próspero modo de vida mientras se los ayudaba ni que quienes los ayudaban tuviesen tanto éxito que llegasen a ser peligrosos.

Agatocles se estaba acercando a los setenta años y abandonó la lucha. Dejó Italia y murió poco después, en 289 a. C.

Tarento, pues, se encontró sola una vez más, y frente a un gigante romano que era más fuerte que nunca. Tampoco había posibilidad alguna de que Roma dejase en paz a las ciudades griegas. Siempre había querellas y crisis locales que le brindaban oportunidades para intervenir.

En 282 a. C., por ejemplo, Thurii, ciudad griega situada sobre la suela de la bota italiana, pidió ayuda a Roma contra las incursiones de las tribus italianas de Lucania, que aún mantenían una precaria independencia. Los romanos respondieron prontamente al llamado y ocuparon Thurii.

Tarento, consternada ante la aparición de un contingente romano en el corazón de la Magna Grecia, cayó en tal desesperación que emprendió una acción por su cuenta. Cuando aparecieron barcos romanos frente a la costa, los tarentinos hundieron los barcos y mataron a su almirante. (Los barcos eran pequeños, pues Roma aún no había creado una verdadera flota.) Alentados por este modesto éxito, luego los tarentinos enviaron un ejército a Thurii y expulsaron a la pequeña guarnición romana.

Roma, aún no dispuesta a luchar en el sur de Italia, y debiendo terminar el ajuste de cuentas más al norte, decidió por el momento presentar la otra mejilla. Envió delegados a Tarento para concertar una tregua y pedir la devolución de Thurii. Los tarentinos se rieron de la manera romana de hablar griego, y cuando los embajadores romanos estaban abandonando el centro del gobierno, un pillo de la multitud orinó deliberadamente la toga de uno de ellos. La multitud rió ruidosamente.

El indignado embajador proclamó amenazadoramente que esa mancha sería lavada con sangre; volvió a Roma y mostró la toga manchada al Senado. Este, lleno de cólera, declaró la guerra a Tarento en 281 a. C.

Ahora los tarentinos se sintieron realmente atemorizados. Una broma era una broma, pero los severos romanos parecían no tener sentido del humor. Los tarentinos miraron al exterior en busca de ayuda, y afortunadamente estaba disponible un general aún más capaz que Agatocles y ansioso de hacer suya la querella tarentina.


Isaac ASIMOV, «La conquista de Italia», en La República Romana, capítulo 3, páginas 34-37.

11 Caminos y legiones

La conquista de Italia [3 de 4 partes]


Por entonces estaba adquiriendo poder en Roma otro Apio Claudio, descendiente del patricio sabino (véase página 17 )y del decenviro tirano (véase página 19). Más tarde se lo llamó Apio Claudio Caecus o «el Ciego», pues posteriormente perdió la vista.

En 312 a. C. fue elegido censor, cargo creado en 443 antes de Cristo, después de redactarse las Doce Tablas. Había dos censores, que se elegían por un período de un año y medio, y sólo los cónsules tenían un rango superior. En un principio, el cargo sólo podía ser ocupado por patricios, pero en 351 a. C. se permitió a los plebeyos acceder a él, y después de 339 a. C. uno de los censores debía ser un plebeyo.

Originalmente, las funciones del censor incluían la supervisión de los impuestos. (La palabra «censor» proviene de una voz latina que significa «poner impuestos».) Para hacer eficientes y justos los impuestos era menester contar a la gente y evaluar sus propiedades. Así se instituyó un census cada cinco años, y todavía hoy usamos la palabra para designar la elaboración de estadísticas concernientes a la población.

Luego, el censor tuvo también el derecho de excluir a determinados ciudadanos de las funciones públicas si habían realizado acciones inmorales. Hasta podían degradar a una persona, expulsarla del Senado o despojarla de algunos o de todos sus derechos de ciudadano si sus acciones demostraban que era indigno de ellos. De aquí proviene nuestra noción moderna de censor, como alguien que supervisa la moralidad pública.

Apio Claudio Caecus fue responsable de una serie de innovaciones. Fue el primero que extendió la ciudadanía romana a individuos que no poseían tierras. Esto suponía el reconocimiento del hecho de que estaba surgiendo en Roma una clase media: mercaderes y artesanos —o, en otras palabras, hombres de negocios—, cuya prosperidad provenía de fuentes distintas de la agricultura y cuya existencia era necesario aceptar. Claudio también estudió gramática, escribió poesía y fue el primer romano que puso por escrito sus discursos. Es considerado el padre de la prosa latina, y se ve en él que Roma estaba convirtiéndose en algo más que un conjunto de agricultores y soldados. La cultura estaba empezando a penetrar en la ciudad, y algunos romanos comenzaban a pensar tanto como a actuar.

Pero la acción más importante de Apio Claudio la llevó a cabo en 312 a. C., cuando supervisó la construcción de una buena ruta desde Roma hacia el Sudeste, a través del Lacio y la Campania, hasta Capua, una distancia de 211 kilómetros. En un principio quizá estuvo cubierta de grava, pero en 295 a. C. fue empedrada en su totalidad con grandes bloques de piedra. (En años posteriores se la extendió a través del Samnio y Apulia hasta el talón mismo de la bota italiana.)

Fue el primer camino empedrado que construyó Roma, pero en siglos posteriores, cuando dominó un vasto sector del mundo antiguo, los caminos romanos se extendieron por todas partes y sirvieron como rutas por las cuales se podía trasladar ejércitos de una parte a otra del dominio según lo exigiese la ocasión.

Todos los caminos partían de Roma, por supuesto, y aún usamos la frase «todos los caminos conducen a Roma» para significar que ocurrirá algo inevitable, por muchos intentos que se hagan para evitarlo. Los caminos fueron construidos para que durasen y constituyen una de las gloriosas realizaciones de los romanos, pues en ningún período anterior de la Historia del mundo se creó en una región tan grande un sistema de comunicaciones tan denso y eficiente.

Los caminos romanos (que se deterioraron lentamente con los siglos) sirvieron a la población de Europa durante mil años y más después del fin del período romano. En realidad, no se hizo nada mejor hasta mediados del siglo XIX, cuando empezó a extenderse por las tierras una red de ferrocarriles.

El camino construido por Apio Claudio no fue sólo el primero, sino también el más conocido de los caminos romanos. Los romanos lo llamaron la Vía Appia, por el censor que lo construyó.

Su finalidad inmediata era servir al ejército romano como medio eficaz para llegar a Campania y volver de ella y de este modo poder combatir mejor a los samnitas. Para este fin, el camino fue muy útil.

Además, la habilidad romana en el arte de la guerra estaba mejorando gracias a la experiencia que proporcionaban las duras batallas con los tenaces samnitas.

En los días anteriores a la invasión gala, los romanos luchaban en forma similar a otros ejércitos. Reunían a los hombres capaces de combatir en una sola masa que no era tan grande como para ser difícil de manejar. Esta masa, que tenía de 3.000 a 6.000 hombres, era llamada una legión (de una palabra latina que significa «reunir»).

La legión estaba armada con largas espadas y arremetía contra el enemigo al unísono, con la esperanza de que el peso de la carga destruyese las líneas enemigas. Cuál de las partes ganase la batalla dependía de cuál de ellas lograse coger al enemigo por sorpresa o desequilibrarlo o superarlo en número. A igualdad de otros factores, podía depender de cuál de las partes cargase con mayor fiereza o pudiese resistir lo suficiente para permitir la llegada de refuerzos.

Durante toda la antigüedad se usó este ataque en masa. Fue llevado a su más alto grado de perfección con la falange macedónica, que fue imbatible mientras funcionó a la perfección.

Pero en el siglo IV a. C., los romanos convirtieron la legión en una máquina para la conquista del mundo. Según la tradición, el cambio empezó con Camilo. Durante el largo sitio de Veyes mantuvo el ejército en armas durante largos períodos, y no sólo para breves campañas en aquellos intervalos en que los soldados podían dejar sus faenas agrícolas. Mantener a los hombres en armas durante largos períodos implicaba que era menester pagar a los soldados, y Camilo fue el primero que instituyó tal paga. También implicaba que se disponía de tiempo suficiente para entrenar a los soldados en maniobras más complicadas que la mera carga a una señal dada.

La legión llegó a constituir un cuerpo complejo, con 3.000 hombres pesadamente armados, 1.000 ligeramente armados para maniobras más rápidas y 300 jinetes (o caballería) para maniobras aún más veloces. La legión era ordenada en tres líneas, todas las cuales llevaban pesadas y cortas espadas. Las dos primeras líneas llevaban también cortas jabalinas arrojadizas, mientras la tercera llevaba las espadas largas más comunes.

Las dos primeras líneas eran divididas en pequeños grupos llamados manípulos (de una palabra latina que significa «puñado»), formados por 120 hombres cada uno. Los manípulos eran colocados dejando espacios entre ellos y las dos líneas eran dispuestas de tal modo que los manípulos formaban como un tablero de ajedrez.

La primera línea avanzaba sobre el enemigo, arrojaba sus jabalinas y cargaba con sus espadas. Después de hacer considerables estragos, retrocedía, y la segunda línea, fresca y descansada, hacía lo mismo, mientras la tercera línea permanecía como reserva a la espera de lo que pudiera suceder, por ejemplo, la llegada de refuerzos enemigos.

Si un ataque repentino del enemigo o algún otro infortunio hacía retroceder a la primera línea, los manípulos de ésta podían ocupar los espacios que dejaban los manípulos de la segunda línea. Así, la retirada convertía a la legión en una sólida falange que podía resistir firme e inamoviblemente (como sucedió muchas veces).

La legión era perfecta para un terreno montañoso y desigual. Una sólida falange siempre podía ser desquiciada si no marchaba como una unidad perfecta. La legión, en cambio, podía expandirse. Los manípulos podían abrirse camino por las obstrucciones y luego reunirse nuevamente, si era necesario. La falange era como un puño, mortal, pero nunca podía abrirse. La legión era como una mano que puede extender ágil y sensiblemente los dedos, pero que puede cerrarse en un puño en cualquier momento.

El arte en desarrollo de la legión como estructura bélica estaba dando la ventaja a los romanos sobre los samnitas. Esto se puso claramente de manifiesto cuando, en 312 a. C., las ciudades etruscas, meras sombras de su antigua grandeza, se pusieron en acción. Un largo período de paz, reforzada por tratados, llegó a su fin; los etruscos pensaron que, estando Roma ocupada en el Sur, era tiempo de que Etruria luchase por su libertad.

Pero los romanos, en absoluto amedrentados, enviaron legiones al Norte y al Sur y libraron vigorosamente una guerra de dos frentes. En ella se distinguió el general romano Quinto Fabio Máximo Ruliano. Anteriormente, en la guerra contra los samnitas, Fabio había atacado y derrotado (contraviniendo órdenes) a un ejército samnita durante la ausencia del dictador Papirio Cursor. Este, a su retorno, estaba totalmente decidido a castigar y quizá hasta a ejecutar a Fabio, pues para ese hombre rígido la victoria no era una excusa para la desobediencia. Pero sí lo era para los soldados, y Papirio dejó en libertad a Fabio ante la amenaza de una rebelión.

Luego Fabio recompensó a Roma conduciendo un ejército a la lejana Etruria Septentrional y derrotando a los etruscos allí donde los encontró. Estos se vieron obligados a abandonar la lucha en 308 a. C.

Mientras tanto, Papirio Cursor expulsó completamente a los samnitas de Campania, y en 305 a. C. invadió el mismo Samnio. Los samnitas no vieron otra solución que hacer la paz, aunque sólo fuera para obtener un respiro que les permitiese luego reanudar el combate. En 304 a. C. se firmó la paz y llegó a su fin la Segunda Guerra Samnita. Los samnitas renunciaron a toda la Campania, pero conservaron su fuerza esencial en el Samnio.


Isaac ASIMOV, «La conquista de Italia», en La República Romana, capítulo 3, páginas 31-34.

10 Los samnitas

La conquista de Italia [2 de 4 partes]


Mientras los romanos estaban ocupados en la Guerra Latina, los samnitas podían pensar que era una buena oportunidad para restablecer su poder sobre la Campania. Pero los romanos siguieron teniendo buena suerte. Durante siglos, los romanos nunca tuvieron que luchar con más de un enemigo importante por vez. Siempre, cuando combatían contra un enemigo, la cautela o las dificultades de diverso género frenaban a otros enemigos.

En este caso, los samnitas estuvieron ocupados por problemas en otras partes. Durante decenios, ellos y otras tribus italianas habían ejercido una constante presión sobre las ciudades griegas del Sur. Por la época en que fueron fundadas las ciudades griegas, tres o cuatro siglos antes, los nativos italianos estaban completamente desorganizados y no causaron ningún problema. Pero ese tiempo había pasado, y las ciudades griegas buscaban permanentemente ayuda externa, pues temían no poder resistir la presión italiana.

En el pasado, los griegos del sur de Italia habían apelado a ciudades como Siracusa y Esparta, pero ahora estaban cerca otros posibles aliados, quizá más peligrosos.

La causa de esto fue el ascenso de Macedonia que mencioné antes. Filipo II de Macedonia había extendido su poder, y en 338 a. C. se enfrentó con los ejércitos de las dos ciudades griegas más poderosas de la época: Atenas y Tebas, y los destruyó. Las ciudades griegas cayeron bajo la dominación macedónica y seguirían estándolo durante un siglo y medio.

Los samnitas observaban todo esto con preocupación, pues si bien Filipo presionaba hacia el Sur, su cuñado, Alejandro de Epiro, mostraba signos de querer reproducir esas hazañas en el Oeste. Fue este peligro lo que mantuvo ocupados a los samnitas mientras los romanos aplastaban a las ciudades latinas y hacían la paz con los galos.

Es verdad que Filipo fue asesinado en 336 a. C. y que su hijo Alejandro III, más extraordinario aún (y que pronto sería llamado «el Grande»), se dirigió hacia el Este y llevó sus invencibles ejércitos a miles de kilómetros de Italia, pero Alejandro de Epiro, aunque de menor talla, aún estaba allí observando atentamente el talón de la bota italiana a través del mar.

En 332 a. C. cayó el golpe. Tarento, la principal ciudad de la Magna Grecia, pidió ayuda externa, como había hecho antes en varias ocasiones, y esta vez apeló a Alejandro de Epiro. Este respondió gustosamente, trasladó un ejército al sur de Italia y obtuvo varias victorias sobre los ejércitos italianos.

Durante un momento, las cosas tuvieron mal cariz para los italianos, pues Roma y Epiro sellaron un tratado y surgió la posibilidad de que las dos potencias se cerrasen como tenazas sobre los italianos y, en particular, sobre los samnitas. (Los romanos frecuentemente hacían tratados con las naciones que estaban más allá de sus vecinos, como medio para someter a éstos. Luego, la potencia que había sellado el tratado con Roma se convertía en un nuevo vecino y en la conquista siguiente, pero nuevamente los no romanos no parecen haber aprendido nunca esta lección.)

Desgraciadamente para Alejandro de Epiro, había tenido demasiado éxito para el pueblo de Tarento. Este quería ayuda, pero, al parecer, no demasiada. Pronto los tarentinos empezaron a temer que un Alejandro demasiado victorioso sería para ellos un peligro mayor que los nativos italianos. Por ello le retiraron su apoyo.

En 326 a. C. fue derrotado en Pandosia, ciudad costera del empeine de la bota italiana, y muerto en la retirada. Su sucesor estuvo demasiado envuelto en la política interna para llevar a cabo planes de conquista en Occidente, y por el momento desapareció la amenaza externa para Italia.

Esto permitió a los samnitas dirigir su atención hacia Roma; ciertamente sentían poca amistad hacia una potencia que se había mostrado dispuesta, más o menos abiertamente, a ayudar a Alejandro de Epiro. En 328 antes de Cristo, mientras los samnitas estaban dedicados a combatir con Alejandro, los romanos establecieron una colonia en Fregellae, en su propio territorio, sin duda, pero muy cerca de las fronteras del Samnio. Los samnitas pensaron que esta era una medida destinada a fortalecer a Roma en una futura guerra con el Samnio, y tenían mucha razón.

Ambas partes estaban deseosas de combatir y se hallaban dispuestas a usar cualquier excusa. Una querella local en Campania sirvió a tal fin, y en 326 a. C. empezó la Segunda Guerra Samnita.

Las guerras de Roma habían llegado a un punto en el que afectaban a toda Italia. Tanto Roma como el Samnio buscaron aliados en otras partes de la Península.

Al este del Samnio había dos regiones: Lucania, inmediatamente al norte del dedo del pie de la bota italiana, y Apulia, inmediatamente al noroeste del talón de dicha bota. Las tribus italianas de esas regiones habían luchado contra Alejandro junto a los samnitas, pero en la medida en que se trataba de una cuestión puramente italiana, consideraban que sus vecinos los samnitas eran más peligrosos que los distantes romanos. Así, lucharon de parte de Roma.

Para las ciudades de la Magna Grecia, los lucanos y los apulianos eran sus enemigos inmediatos. Puesto que éstos se habían puesto del lado de Roma, las ciudades griegas apoyaron al Samnio.

Durante cinco años se combatió sin resultados decisivos, aunque los romanos obtuvieron cierta ventaja. Luego, en 321 a. C., llegó el desastre para Roma. Un ejército romano de Campania recibió un falso informe (deliberadamente difundido por los samnitas), según el cual una ciudad de Apulia aliada de Roma estaba siendo atacada por un ejército samnita. Los romanos decidieron inmediatamente acudir al socorro de la ciudad, lo cual suponía atravesar el Samnio.

Al hacerlo pasaron por un estrecho valle situado inmediatamente al este de la ciudad samnita de Caudio, desfiladero por el que se podía entrar por un solo camino y del que se salía por otro único sendero. Este desfiladero era llamado las Horcas Caudinas.

Los samnitas estaban a la espera. Los romanos entraron en las Horcas sin dificultades, pero llegando a la salida del valle, hallaron el camino bloqueado por rocas y árboles cortados. Dieron media vuelta de inmediato y vieron el camino por el que habían entrado lleno de tropas samnitas, que se habían deslizado silenciosamente detrás de ellos. Estaban totalmente atrapados y sin esperanza alguna de poder escapar. Fue el suceso más humillante de la historia de Roma hasta ese momento. A fin de cuentas, una cosa es ser derrotado después de combatir fieramente y otra muy diferente sufrir la derrota por pura estupidez.

Los samnitas podían haber exterminado el ejército romano hasta el último hombre, pero tal victoria les hubiese costado bajas, y pensaron que podían lograr su propósito sin combatir. Sólo necesitaban cruzarse de brazos y dejar que los romanos se muriesen de hambre.

Tenían razón. El ejército romano consumió todos sus alimentos, y luego parecía que lo único que les quedaba por hacer era pedir condiciones para la rendición. Los samnitas presentaron tales condiciones. Los generales que conducían el ejército romano debían hacer la paz en nombre de Roma y convenir en ceder todo el territorio que ésta había arrebatado al Samnio. Bajo estas condiciones, el ejército sería liberado.

Por supuesto, los generales romanos no podían hacer la paz; sólo el Senado romano podía hacerla, y los samnitas lo sabían. Sin embargo, podía persuadirse al Senado a que ratificase el tratado de paz firmado por los generales haciendo que ello mereciese la pena, para lo cual los samnitas tomaron como rehenes a 600 de los mejores oficiales romanos.

Pero los samnitas subestimaron la determinación de su enemigo. Cuando los generales y su ejército derrotado retornaron a Roma, el Senado se reunió para tomar una decisión. Uno de los generales sugirió que él y su colega fuesen entregados a los samnitas por haberlos engañado con un falso acuerdo y que los rehenes fuesen abandonados. Casi todos los senadores tenían parientes entre los rehenes, pero aprobaron la medida. Los generales fueron entregados a los samnitas y el acuerdo no fue ratificado.

Los samnitas objetaron que si los romanos no ratificaban el tratado, no sólo tenían que poner nuevamente a los generales, sino también a todo el ejército derrotado, en las Horcas Caudinas. Por supuesto, los romanos no lo hicieron, y los samnitas mataron a los rehenes, pero comprendieron que habían perdido una gran oportunidad de obtener una verdadera victoria al aceptar la palabra de los romanos y liberar su ejército. No volverían a tener otra oportunidad.

Los romanos prosiguieron la guerra bajo la firme conducción de Lucio Papirio Cursor, quien fue cinco veces cónsul (la primera vez en 333 a. C. y la última en 313 antes de Cristo) y dos veces dictador. Era un hombre que imponía una dura disciplina y no era querido por sus tropas, pero obtenía victorias.

Los romanos lucharon tanto política como militarmente. Establecieron colonias sobre las fronteras del Samnio, llenándolas con soldados retirados y aliados latinos, de modo que podían estar seguros de la región rural, mientras que los samnitas, si trataban de avanzar contra Roma, estarían rodeados de poblaciones hostiles. Los romanos siguieron cultivando las alianzas con las tribus de la retaguardia de los samnitas.


Isaac ASIMOV, «La conquista de Italia», en La República Romana, capítulo 3, páginas 28-31.

7 de julio de 2007

Limoncello

El limoncello (léase: limon'tʃɛlːo, o sencillamente limonchelo) es un licor muy famoso en Italia. Algunas veces he visto al P. Osman fabricarlo. Se supone que esta bebida es originaria de la zona de Nápoles. Por su color amarillo fuerte y su muy agradable aroma es inconfundible e inolvidable. Es ofrecido en muchas casas y restaurantes como digestivo al final de la comida. Se sirve en pequeños vasistos o copitas. Y como no lleva jugo de limón no es amargo.

En la Internet se pueden encontrar muchos procedimientos para su elaboración, pero la ex-receta secreta de nuestra casa es así:



Limoncello dei Teatini



Ingredientes


9 limones amarillos (se trata de limones que tienen ese color de manera natural, no porque estén viejos o se hayan madurado en exceso, quizá sea un poco difícil conseguirlos, pero el amarillo le da el color, así que vale la pena buscarlos. Su principal característica es el tener la cáscara gruesa).
1 litro de alcohol ingerible puro de 94º de buena calidad.
1 y medio litros de agua.
1 Kilo de azúcar.

Procedimiento


Dejar remojando las cáscaras de los limones amarillos en el alcohol por 24 horas en un recipiente de cristal cerrado (PROHIBIDO dejarlo abierto o usar plástico o metal, ¿ok?). Cuando ya han pasado 24 horas, retirar las cáscaras del alcohol que deberá haber quedado ya teñido de amarillo e impregnado del aroma a limón. (Esta fase puede prolongarse hasta por un mes, si se tiene la paciencia para dejarlo reposar).

Se debe preparar un jarabe por separado de la siguiente manera: se hierve el agua con el azúcar hasta que se incorpore por completo. Después se deja enfriar.

Finalmente se mezcla el alcohol ya preparado con el agua, se embotella en una botella que sea simpática y se pone a enfriar para poder servirlo frío después de la comida o la cena.

1 de julio de 2007

Decir la verdad no peca, pero incomoda

Estas semanas han sido de lujo, sobre todo por el gran regalo de la vida que ha sido reencontrar a César, mi primer-mejor-inigualable-gran amigo de la Primaria. Después de unas postales hemos intercambiado largos mensajes de correo. ¡Quién sabe cuándo podamos hablarnos por teléfono! De lo que estoy seguro es que me ganará la emotividad: Son tantos y tantos años...

Acá las cosas emotivas, pero no muy bien: se fueron ya los hermanos brasileños a sus pueblos, uno de vacaciones, el otro a seguir su vida comunitaria allá. Pero no pude despedirme de ellos, pues dejaron todo al último momento: desde las fiestas de despedida hasta la preparación de las maletas. Espero sólo que les vaya bien.

Ayer sábado salimos a cenar muy rico para despedir a una amiga alemana, fuimos al Trastévere: había una hermosa luna llena.

Pero ya antes, el jueves nos invitaron las hermanas a una comidad de despedida. Abundante paella y divertida plática.

Hoy vi al Papa en el Ángelus. Pidió que cesen los secuestros de una vez por todas. También dijo que la "vida según la carne" es el vivir la vida de manera egoista. Y saludó, claro, a los peregrinos de lengua españooola.

Pero la gran lección de la semana la resume lo que pasó el viernes en mi Ciudad de México. El fin de las transmisiones al aire del programa de radio Monitor, de Don José Gutiérrez Vivó.



Durante años lo consideré el mejor programa informativo de la radio de mi ciudad. Con justa razón diría el mejor de mi país y de Latinoamérica. En efecto, la mitad de mi vida me acompañó siempre para ir a la escuela. Mi primera impresión fue que se trataba de una "estación rojilla" (así le dije a mi madre cuando lo escuché por primera vez) que nada más servía para alterar los nervios de los radioescuchas. Creo que se me perdona la estupidez porque era chavito. Pero con el paso del tiempo descubrí que allí se hacían los mejores análisis que los medios mexicanos eran capaces de presentar.

Siempre innovó. Todavía me arrepiento de no haberme tomado la foto montado en el primer helicóptero de Radio Red aquella tarde en Plaza Satélite en que mi mamá me ofreció pagar la cuota en plena crisis. Por temporadas la aeronave de Monitor que había sido la primera en usarse para el reporte del tráfico de mi ciudad era exhibida en las plazas comerciales para que quien gustara la montara y pagara por una foto. En ese tiempo Monitor se transmitía en la frecuencia de Radio Red.

Pero con el paso del tiempo en los momentos más cruciales de la historia contemporánea del país, demostró ser imparcial y muy objetiva. ¿Cómo no recordar en su honor la palabra bíblica: "La verdad os hará libres"? Sin embargo, al erigirse en el fiel de la balanza, Monitor y su Director general se ganaban las enemistades de los que al final de las disputas políticas, económicas, sociales y religiosas salían vencedores. Fue así que llegó a una situación increíble: este viernes murió de inanición económica. No llegaba el dinero, porque no los contrataban los anunciantes, debido a que el gobierno decidió una vez más "no pagar para que le peguen". Al final se unió a la suerte del Canal 40.

Supongo que debo aprender algo. Hace unos días el padre General dijo que yo no puedo escudar mi impuntualidad en un rasgo cultural: que no puedo decir que es normal no llegar a tiempo... Yo le dije que tampoco se puede defender el no asearse como un rasgo cultural, como él dice y hace. En esto debería yo aprender que, como en el caso de Monitor y de Guiérrez Vivó, la verdad no peca, pero incomoda.

21 de junio de 2007

Papa Juan XXIII Pontificado y Concilio Parte 1

Supongo que será difícil entender este video porque está en italiano. Sin embargo decidí postearlo porque contiene imágenes que yo jamás había visto acerca del Pontificado de Juan XXIII y del inicio del Concilio Vaticano II. Para reproducirlo basta hacer clic encima del cuadro. Abajo he hecho una breve traducción libre, para que puedan darse una idea de lo que el narrador va presentando.





"El Papa Roncalli abre un nuevo camino: No más la media clausura de su predecesor. Su lógica es otra: distinguir el error, es decir el marxismo, de los errados, es decir los hombres. Y es al mundo entero que el papa de Roma se dirige. El 10 de septiembre de 1961, en plena Guerra Fría, envía un radio-mensaje al mundo: presiona a las dos superpotencias a decidirse por el desarme y aceptar negociadores libres y leales. Juan se presenta como una voz por arriba de las partes, dirigiendo las mismas palabras de paz a Occidente como a Oriente. El diálogo continúa; los Obispos del otro lado de la cortina de acero podrán participar en el Concilio Vaticano II. El líder comunista ha acogido la solicitud de Roma. El metropolitano bizantino de Ucrania, Joseph Slipyj, obtiene la libertad: estaba en la cárcel desde hacía 13 años.

El 4 de octubre de 1962, muy temprano, el aire es frío, es un día despejado, del inicio de octubre. A las 6:30 Juan está listo. Parte en peregrinación a Loreto y Asís. Son imágenes inéditas, hace poco reencontradas en los archivos. Para la ocación se restaura la vieja estación vaticana, las vías atraviesan los límites hacia el Estado italiano. Después de más de 100 años el gran portón de fierro se reabre lentamente. Por primera ocasión desde la unidad de Italia un Papa sale de los límites del Lazio. Va a encomendar el Concilio a la proteción de la Virgen de Loreto y de San Francisco.

«Ésta, hijitos, es la tercera bendición que les doy. Ésta abarca todas las otras que recibieron en la Basílica... Además, nuestra vida es peregrinación. Lo dije... nos detenemos un poco aquí y luego reemprendemos nuestro camino. En el reemprender nuestro camino el corazón se abre a una gran confianza. Siempre Jesús en lo alto. Siempre María nuestra mamá, la mamá de nuestras familias, la mamá de las horas de las tribulaciones, la mamá en las horas de éxito, siempre ella, siempre ella. Por lo tanto, la bendición de Jesús recordándose de la Virgen santa. La impresión de hoy los debe acompañar durante el inicio y el desarrollo del Concilio. Los Padres de la Iglesia estarán ocupados en este altísimo servicio. Ustedes, desde sus casas, desde sus trabajos, desde sus preocupaciones, únanse siempre en espíritu a la santa Iglesia, que ora así, que piensa así, que trabaja así, recordando y saludando a nuestro Señor Jesucristo».

Finalmente llegó el gran día; 2768 los participantes, avanzan en orden jerárquico: 7 Patriarcas, 80 Cardenales, 1619 Arzobispos y Obispos, 975 Superiores Generales de Órdenes religiosas, 400 teólogos. El cortejo comienza a las 8:30 en punto. Por una hora y un cuarto una fantasmagórica procesión: mitras y capas blancas, ornamentos violáceos y anillos, coronas doradas de los prelados de rito oriental. Juan ha hecho reencontrarse a toda la Iglesia.

«Venerables hermanos: "Gáudet Máter Ecclesia"». "Gaudet Máter Ecclesia", Se alegra la Madre Iglesia: éste, el inicio del discurso, está en latín. Duró 37 minutos. Cuando lo habrá terminado la Iglesia no podrá ser aquella de antes. Tres los puntos cardinales: Primero, la Iglesia debe encontrar nuevas palabras para comunicar la substancia antigua del mensaje cristiano al hombre moderno; despojarse de todas aquellas formas exteriores adquiridas en el tiempo, ya viejas,lúgubres y obsoleta. Segundo, la Iglesia debe dejar de lanzar anatemas y amenazar con castigos; debe abrirse al mundo moderno, buscar entenderlo y hablar con él; no debe constituirse como una fortaleza fuera del mundo, sino volver a ser una aldea abierta a todos, en el centro del mundo. Tercero, la Iglesia debe superar las divisiones y las incomprensiones con los hermanos separados, sean estos ortodoxos, anglicanos, luteranos. Invita a buscar eso que une, no lo que divide. Al final del discurso el así llamado "Papa bueno" sale al descubierto y lanza una dura invectiva contra los pesimistas, los escépticos, los cínicos, que al interior de la Iglesia como sepulcros blanqueados lo han constantemente obstaculizado y criticado a sus espaldas.

(S. E. Loris Capovilla): «... era ya octubre y ya casi la noche, yo era de la Secretaría de Estado, porque según el programa el Papa sale al balcón y bendice a la multitud, porque los romanos, en honor de los Padres conciliares venidos de todo el mundo, en recuerdo del Concilio de Éfeso, con antorchas saludan al Papa y a los Padres. Él estaba platicando con el Cardenal Secretario de Estado, abro la puerta y digo: "Santidad, ¿está listo? ¿Si lo desea?" Con la estola en la mano para colocársela en el cuello, sobre la espalda. Dice: "No, no, ahora basta. Hoy nada. Está cerrado, Ya hice el discurso esta mañana, no está bien que el Papa se deje ver otra vez". Estaba en el programa, lo había aprobado él pero se había olvidado en aquel momento. El Secretario de Estado que estaba presente no tuvo el valor de decir nada. Me quedé un poco inhibido ¿y recurrí a qué? A una palabra, porque sabía que en el fondo era un hombre curioso para mirar. Entonces le digo: "Santo Padre, no salgdrá al balcón, pero através de las persianas vea cómo está la Plaza". Inundada de luces, son cien mil antorchas. Ve las persianas, ve, se conmueve, ve que es bello, dice: "Deme la estola, voy al balcón, bendigo, pero no hablaré". "Santo Padre, ninguno se lo ha solicitado".»

«Amados hijitos, escucho sus voces. La mía es una sola voz, pero resume la voz del mundo entero. De hecho, todo el mundo está representado aquí . Se diría que ¡hasta la luna se ha apresurado esta noche para mirar este espectáculo, que tampoco esta basílica de San Pedro, que tiene 400 años de historia, ha podido jamás contemplar. Mi persona no cuenta nada. Es un hermano el que les habla hoy, que ha sido convertido en Padre por la voluntad de nuestro Señor. Pero todos juntos, paternidad y fraternidad, son gracia de Dios. Hagamos honor a la impresión de esta noche y que sean siempre nuestros sentimientos como ahora los manifestamos delante del cielo y delante de la tierra: Fe, esperanza, caridad, amor de Dios, amor de los hermanos. Y así, todos juntos, ayudamos a la santa paz de nuestro Señor, a las obras del bien. Al regresar a casa encontrarán a sus niños. Dénles una caricia a sus niños y díganles, "ésta es la caricia del papa". Quizás encuentren alguna lágrima para enjugar. Digan a los que sufren una palabra de aliento. Sepan los afligidos que el Papa está con sus hijos, especialmente en las horas del dolor y de la amargura.»

19 de junio de 2007

Insertando "Snap Shots" desde Snap.com

Acabo de instalar una herramienta llamada Snap Shots que, según la empresa misma afirma, habilita que los vínculos a otras páginas tengan una previsualización del lugar al que apuntan, expertos de los ártículos de la Wikipedia y de la base de datos cinematográficos IMDb, videos en línea, MP3s, tablas de cotizaciones y más.



Algunas veces Snap Shots te puede brindar la información que necesitas sin que tengas que salir de mi sitio, algunas otras veces te permitirá echar un vistazo rápido al contenido de dichos vínculos, antes de que decidas si quieres seguirlo o no.

Si crees que es una herramienta que te hará perderte o te da más molestias que ventajas, la puedes cancelar tu mismo haciendo clic donde dice: “Disable”, justo en la esquina superior derecha del globo de Snap Shots y dejará de aparecer.

14 de junio de 2007

Video: Para conocer algo del Papa Juan XXIII

Bueno... hoy terminé mis exámenes. Aquí dejo este video, porque a este Papa que ya está en el cielo le he encomendado la siguiente etapa de mis estudios... Próximamente más detalles, por lo pronto véanlo haciendo clic sobre la imagen.

11 de junio de 2007

Video de Pax-TV

9 de junio de 2007

Las mentiras y los embustes de Bush

Por: Fidel Castro


Fuente:http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2007060804


No me gusta la idea de parecer una persona vengativa y deseosa de acosar a un adversario. Me había prometido a mí mismo esperar un poco para ver cómo se desarrollaban las contradicciones entre Bush y sus aliados europeos sobre el tema vital del cambio de clima. Pero George W. Bush se pasó de rosca cuando hizo una declaración que conocimos por un cable de la AP del pasado viernes. El Presidente de los Estados Unidos afirmó que llegará al Vaticano “con la mente abierta y con muchas ganas de escuchar al Papa”, y aseguró que “con él comparte los valores del respeto por la vida, la dignidad del hombre y la libertad.
“La historia ha demostrado que las democracias no se declaran guerras y, por tanto, la mejor manera para reforzar la paz es promover la libertad”, agregó.

“Será la primera visita del mandatario norteamericano a Benedicto XVI. Su último viaje a Italia fue en abril de 2005 para los funerales del Papa Juan Pablo II”, señala la agencia.

En una reflexión dije que no sería yo el primero ni el último a quien Bush ordenó —o autorizó a sus agentes— que se le privara de la vida. Al conocer su inusitada declaración, pienso que si Bush ha leído alguna vez un libro de historia, estaría consciente de que allí, en la mismísima Roma, nació un imperio que nutrió el vocabulario del lenguaje político durante casi dos mil años, y nació también el Estado del Vaticano con el transcurso del tiempo, después que Constantino promulgara el Edicto de Milán a favor de los adeptos de la religión cristiana, a principios del siglo IV de nuestra era.

Cuentan los historiadores que el César Nerón, quien ordenó el incendio de la capital del imperio, exclamaba satisfecho en medio de la tragedia: “¡Qué gran poeta perece!”

¡Si los historiadores tuvieran razón! ¡Si Bush fuera poeta! ¡Si los habitantes del planeta fuesen sólo los de aquella época! ¡Si no existieran las armas nucleares, químicas, biológicas y otras de destrucción masiva!, aunque se tratara de un hecho triste, incluida la muerte del poeta, ¿quién se alarmaría por el incendio de lo que hoy sería solo una gran aldea?

Es evidente que Roma todavía no está incluida en los 60 o más oscuros rincones del mundo que las fuerzas militares de Estados Unidos deben estar listas para atacar preventiva y sorpresivamente, como proclamó Bush en West Point el primero de junio del 2002.



Bush pretende ahora embaucar al Papa Benedicto XVI. La guerra de Iraq no existe, no cuesta un centavo, ni una gota de sangre, ni han muerto cientos de miles de personas inocentes en un desvergonzado trueque de vidas por petróleo y gas, impuesto por las armas a un pueblo del Tercer Mundo. Tampoco existen los riesgos de otra guerra contra Irán, incluidos posibles golpes nucleares tácticos para imponer la misma receta infame. Estamos todos obligados a creer que Rusia no se siente amenazada por una posible lluvia de proyectiles nucleares exterminadores y precisos, que dé lugar a una nueva y cada vez más peligrosa carrera armamentista.

Siguiendo el curso tórpido de sus groseras mentiras, podemos preguntarnos: ¿por qué Bush puso en libertad a un terrorista famoso y confeso como Posada Carriles el mismo día en que se conmemoraba el 45 Aniversario de la derrota imperialista en Girón? Peor aún, ¿acaso le dolerá un ápice la injusticia de mantener presos, algunos hasta con dos cadenas perpetuas, a 5 héroes cubanos que informaban a su patria sobre planes terroristas? ¡Prohibido pensar que Bush ignoraba quién financió los incontables planes de asesinato contra Castro!

A Bush se le ha visto hacer extrañas y enajenadas muecas, mientras hablaba en actos oficiales ante senadores y representantes de Estados Unidos, jactándose de los enemigos que ha eliminado en virtud de órdenes personales. Creó centros oficiales de tortura en Abu Ghraib y la base naval de Guantánamo; sus agentes, actuando ilegalmente, secuestraban personas en numerosos países a donde los aviones de la CIA, en viajes secretos, volaban con o sin permiso de las autoridades pertinentes. La información debía ser obtenida mediante bien estudiadas torturas físicas.

¿Cómo se le ocurrió pensar que el Papa Benedicto XVI compartiría con él los valores del respeto por la vida, la dignidad del hombre y la libertad? ¿Qué nos dice el diccionario de la lengua española?
Embuste: mentira disfrazada con artificio.
Embaucar: engañar, alucinar, prevaliéndose del candor del engañado.

Prometí reflexiones breves y cumplo mi palabra.

6 de junio de 2007

Un paseo en el Papamovil

Por unafuente.com

Un hombre de unos 30 años logró superar las vallas de protección e intentó subir al papamóvil, el vehículo que transportaba al papa Benedicto XVI, mientras éste realizaba el tradicional paseo entre los fieles antes de la audiencia general en la Plaza de San Pedro del Vaticano, reporta EFE. El suceso ocurrió mientras el Pontífice saludaba a los fieles a bordo del jeep blanco antes de la audiencia; entonces, un hombre de unos 30 años –según fuentes vaticanas- logró superar con un salto las vallas y se arrojó sobre la parte posterior del vehículo. Los guardias de seguridad que acompañan a pie al Pontífice durante el recorrido se han abalanzado inmediatamente sobre él, y le han impedido subirse al vehículo, al que se había agarrado, y lo han inmovilizado en el suelo, publica EL PAÍS. La escena duró sólo unos segundos, por lo que Benedicto XVI ni siquiera se ha dado cuenta de lo que había ocurrido y ha seguido saludando a los cerca de 30.000 fieles que se han reunido hoy en la Plaza de San Pedro. Por su parte, EL UNIVERSAL señala que el hombre es un alemán de 27 años. Según el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, el joven “no tenía intenciones de agredir al Papa” y “mostró claras señales de estar perturbado”. Añadió que el alemán, tras ser detenido por la gendarmería vaticana, fue interrogado por el juez vaticano, Gianluigi Marrone, y después visitado por algunos psiquiatras que decidieron su hospitalización en un centro sanitario, señala EFE. Foto REUTERS.




13 de mayo de 2007

El gozo de que te expliquen la resurrección

Esta semana estuvo marcada, sin duda, por los encuentros. Claro, tareas y demás, como siempre.

La primera de las reuniones sucedió el lunes 07. En ocasión del aniversario número 98 de la fundación de mi Instituto los directivos organizaron una serie de actividades que comenzaron con una Misa en la Iglesia de la Santa Cruz y San Buenaventura; continuaron con un agradecimiento emotivo e informal al Padre Stock que ha enseñado hebreo por los siglos de los siglos, ha dirigido infinidad de tesis y que ya alcanzará la jubilación este año; siguieron los minutos soporíferos de una plática interesantísima en el aula magna sobre algún tema que no recuerdo; prosiguieron con un almuerzo generoso en el claustro al aire libre de la comunidad de los Padres jesuitas y finalizaron con un festival agradable en el que no faltron los disfiguros simpáticos de mis compañeros estudiantes.

Entre lo más sobresaliente de la parranda, aparte de haber conocido un templo que casi siempre está cerrado, y el haber saludado por primera vez al distinguidísimo Padre J. L. Ska, brilló la imitación inigualable del Papa Benedicto XVI por parte de uno de los estudiantes del Instituto. Espero más adelante subir el video, jeje.

Ya para el martes 8 tuvimos la fiesta de la Virgen que es la Patrona de nuestra comunidad... Y aunque estamos rezando el Rosario todos los días, la verdad es que ni al Rosario ni a la Misa solemne vino nadie fuera de los diez feligreses que se chutan diario la Misa de siete. Eso sí: al final una de las presentes nos felicitó y dijo que había sentido la misma emoción que si fuese Navidad en Pascua, sobre todo por el incienso y la solemnidad. En fin, si no cambiamos algunas prácticas pronto, en cuanto mueran o se muden estas diez personas, quizá no venga ya nadie.

Para ir festejando el fin de curso (desde ahora) el viernes 11 nos invtaron al Padre Pepe al hermano Tomás, al Padre Pedro y a mí las madres jerónimas a cenar a su casa. Aunque ya habíamos ido con ellas el 12 de diciembre pasado, no habíamos podido compartir con ellas así de bonito y divertido. La verdad es que cuando uno las ve tan trabajadoras no deja la propia conciencia de remorderme, porque si ellas se quedaran cruzadas de brazos no comerían. Como sea, se supone que son sucesoras del mismo convento que albergó a Sor Juana Inés de la Cruz, ¿qué tal, eh? Y nos contaron las historias de cómo lo perdieron con la desamortización del siglo XIX y cómo se refugiaron en Puebla, donde, hasta la fecha, conservan una de las imágenes más antiguas de la Virgen de Guadalupe. El caso es que aquí en Roma tienen que trabajar unas haciéndose cargo de la librería de la Universidad Gregoriana y otras cocinando para el Colegio Internacional de los Padres Jesuítas. Por cierto, en dicho Colegio ellas viven, así que cuando ya salíamos nos enseñaron la habitación dónde estuvo santa Teresita del Niño Jesús cuando vino de peregrinación a Roma para pedirle al Papa permiso para ingresar al convento carmelitano. Muy emocionante: hasta la fecha con una rosa fresca se recuerda su estancia breve en el recibidor jesuita.



Pero de todo quizá lo más inesperado fue el sábado 12 la visita de los miembros de la Fundación Oliver [http://www.faoliver.org/], cuya sede está en Madrid pero que tuvo sesión en el recibidor de nuestra Casa. La fundación tiene como objetivo promover el conocimiento de la obra del teatino Padre Antonio Oliver, que murió hace ya más de diez años en España. En realidad no estuvimos en su reunión, sino que ellos se integraron a nosotros en el comedor y allí, entre una broma y otra, nos contaron cada uno su experiencia dehaber conocido al Padre, todo lo que él les dejó: una manera nueva de ser personas, una forma nueva de relacionarse con todos y con todo, unas ganas de vivir, la sensación se haberse sentido en verdad muy cercanos a él, como si fueran todos sus amigos íntimos (¡eran casi quince, eh!), y que además, el Padre Antonio no buscó nunca fama pero sus clases eran tan concurridas que cada semana volaba de Mallorca a Madrid solo para no dejar de darlas. Entre sus estudiantes se contaban señoras, señores, universitarios y hasta conversos. En fin, la labor de los miembros de la Fundación es de manera básica difundir su obra, que grabaron mientras pudieron), lo mejor que se pueda... El último libro que publicaron recoge lo que ellos llaman: La Teología del Gozo. De hecho, como apuntó Tomás, nunca habíamos estado dos horas en el Comedor con tanta alegría como esta vez con su presencia.

Cuando ya casi terminábamos la comida, la señora Nuria, que se había sentado junto a Pepe y a mí terminó sintetizando su experiencia diciendo que todo lo que habían expresado para ella era, a fin de cuentas, la resurrección.

9 de mayo de 2007

Las catacumbas de santa Priscila

No estoy seguro si ya lo dije alguna vez, los jueves no tengo clases. Parece que esta era una antigua tradición en las escuelas eclesiásticas. Cuentan algunos padres que se descansaba el jueves y el domingo. El jueves se aprovechaba para ponerse al día con el material de estudio (siempre abundante) y las actividades comunitarias. El domingo, por su parte, era dedicado al Señor con una misa solemne y una tarde relajada de paseo comunitario en el que se podía caminar por la ciudad, eso sí, siempre de dos en dos, nunca sólos...

Lo de los paseos dominicales con la obligación de compañía no aplica ya pues cada quien puede salir a donde necesite, incluso solo, jeje.

Mientras que lo de no tener clases los jueves permanece como antigua reliquia sólo en mi escuela. En efecto, todas las demás escuelas, academias, institutos, universidades, ateneos o como se llamen tienen un largo fin de semana para aprovechar sea estudiando o descansando o paseando, según las necesidades de cada estudiante.

Así que mis compañeros y yo, un poco relajados gracias a que por fin va apareciendo un poco de misericordia en los profesores del Propedéutico, pudimos ir a conocer las catacumbas de Priscila (Priscilla, en italiano), al norte de la ciudad. Esta vez fui con Heitor (brasileño), Robert y Rebwar (iraquíes) y Oscar (español) quienes estudian conmigo el Propedéutico.

Es interesante conocer las catacumbas. Dicen que en Roma hay como sesenta, pero en la actualidad sólo están abiertas al público cinco. (Para saber qué es una catacumba, léase el artículo enciclopédico: "catacumba" en la Wikipedia).

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En las catacumbas de Priscila se conservan en muy buen estado algunos frescos muy valiosos para conocer qué pensaban y que hacían las primeras comunidades cristianas. En Santa Priscilla entre sus pinturas está, por ejemplo, la imagen más antigua de la Virgen María que se conserve. Se trata de un fresco de una mujer con un niño en brazos y un profeta a la izquierda que señala con el dedo hacia una estrella a la cabeza de María. Otra de las imágenes famosa es la de la Fractio panis que representa a los fieles de las primeras comunidades cristianas reunidos para partir el pan eucarístico.

La malo fue que no se pueden tomar fotos adentro de las catacumbas. Pero al menos pude fotografiar el convento que se formó posteriormente en la parte superior de la misma. Y, claro, compré algunas postales.

A la salida pudimos conocer además un poquito de Villa Ada, hoy convertida en un gran parque recreativo.

Así fue mi visita a las catacumbas de santa Priscila.

2 de mayo de 2007

Mi primera comunión: 20 años.

Hoy, antes de bajar a la Misa de siete de la noche, me vino a la memoria que hoy hace veinte años recibí mi Primera Comunión en la Parroquia de Nuestro Señor del Campo Florido junto a mi hermanita.

Sólo Dios sabe cuál será mi camino de hoy en adelante, pero ahora recuerdo que en aquella mañana sabatina no sabía yo qué cosa me depararía en el futuro el Señor. Por ejemplo, hoy vi a lo lejos al Papa Benedicto XVI recibiendo a los peregrinos, como lo hace cada miércoles, bajo una intensa lluvia... Es muy emocionante recordar los giros que ha dado mi vida en este tiempo.

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Hoy, veinte años después, voy todos los días a recibir la Comunión más por convicción que por encargo y me sigue gustando demasiado.

17 de abril de 2007

Caso Jon Sobrino. 03. El artículo de R. H. Lugo

La condena del teólogo Jon Sobrino



Raúl_H_Lugo
Fuente : Raúl H. LUGO, La condena del teólogo Jon Sobrino, DEIA, 2007 .

En 1977, Jon Sobrino escribió su "Cristología desde América Latina". Eran tiempos de efervescencia teológica y pastoral en nuestro continente. Sobrino en El Salvador, Leonardo y Clodovis Boff en Brasil, Juan Luis Segundo en Uruguay, decenas de teólogos, cientos de catequistas, religiosos, ministros ordenados (incluyendo un buen número de valientes obispos) construían desde la base eclesial una nueva experiencia teológica y pastoral: la teología de la liberación y su sucedáneo organizativo, las comunidades eclesiales de base. Los vientos del Concilio habían generado, con su potencia transformadora, espacios nuevos en que la iglesia de América Latina se descubría como iglesia de los pobres, iglesia contra la pobreza.

Ya para 1982, dos años después del martirio de su admirado pastor y amigo Monseñor Romero, Jon Sobrino intentó dar respuesta a dudas surgidas en torno a su cristología. En el libro "Jesús en América Latina. Su significado para la fe y la cristología", el teólogo vasco-salvadoreño esclarecía con mayor precisión su aportación fundamental: el significado del Jesús histórico para la cristología. Sobre este libro escribió el también mártir Ignacio Ellacuría diciendo: "Este nuevo libro de Jon Sobrino dice, de forma más precisa y elaborada, que Jesús es Dios, pero añadiendo inmediatamente que el Dios verdadero es sólo el que se revela histórica y escandalosamente en Jesús y en los pobres, los cuales continúan su presencia".

"Sólo quien mantiene tensa y unitariamente esas dos afirmaciones es ortodoxo -continúa diciendo el mártir- y sólo quien historiza adecuadamente esa unidad, que va más allá de lo definido en Calcedonia, puede hacer vivo y eficaz entre los hombres de hoy al Jesús muerto por nuestros pecados y al Cristo resucitado por nuestra salvación. Jon Sobrino ha podido hacer esto porque vive y hace lo que piensa y, a su vez, piensa lo que vive y lo que hace el pueblo de Dios..., en ese lugar privilegiado de manifestación histórica del Dios de Jesús que son las mayorías oprimidas del Tercer Mundo".

Ya en 1991, en un nuevo balbuceo teológico (porque como afirmara Bonhoeffer: «Hablar de Cristo significa callar»), Jon Sobrino escribe: "Jesucristo Liberador", un nuevo ensayo de lectura histórico teológica de la persona de Jesús de Nazaret. Pocos teólogos tan obsesionados por penetrar el misterio de Jesús como Jon Sobrino. Pocos tan coherentes y lúcidos. Menos aún los que, a pesar del invierno eclesial por el que pasamos, continúan como él pensando el misterio del Maestro itinerante de Nazaret.

Sobrino, nacido el 27 de diciembre de 1938 en Bilbao, viajó a El Salvador en 1957. Cursó estudios de ingeniería en la universidad jesuita de San Luis, en Estados Unidos y teología en Alemania. Volvió a El Salvador como profesor universitario de teología. Fue cofundador de la Universidad Centro Americana (UCA) y ha sido un prolífico autor que, a más de sus contribuciones cristológicas, incursionó en la espiritualidad de liberación.

Se ha filtrado ahora a través de los medios de comunicación que el próximo jueves la Congregación de la Doctrina de la Fe sancionará a Jon Sobrino por "falsear la figura del Jesús histórico al subrayar en demasía la humanidad de Cristo, ocultando, por el contrario, su divinidad", según informa el corresponsal religioso José Manuel Vidal. Ya desde mis años de seminario la discusión sobre la significación del Jesús histórico para la cristología era un asunto candente. Los avances de los estudios bíblicos causaban, en muchas mentes cerradas, un miedo casi ilimitado.
Pero los aires del Concilio Vaticano II invitaban a pujar por la renovación total de la Iglesia a pesar de las tendencias conservadoras que confabulaban en secreto. Recuerdo a mi entonces maestro de Teología, el hoy obispo Lázaro Pérez Jiménez, exhortándonos a incursionar en los terrenos de la Teología de la Liberación en nuestros trabajos escritos o, al menos, a no dejar de tomar en cuenta sus aportaciones. Desde entonces, estudiar a Jon Sobrino nos ayudó a situarnos de una manera nueva delante del Jesús histórico.

Si la causa de la condena de Sobrino es la mencionada por José Manuel Vidal, mal camino llevamos. La humanidad de Jesús es el único camino posible para llegar a su divinidad. Lo refiero en un folleto que ha visto la luz en los Estados Unidos editado por "Loyola Press" y que lleva por título "Pasión por el Reino de Dios". En el texto recién publicado afirmo: "Quizá una de las razones por las que tememos enfrentar las causas por las cuales Jesús fue llevado a la muerte es que casi siempre miramos a Jesús desde su divinidad y no desde su humanidad. Pensar a Jesús a partir de su divinidad nos causa muchos problemas, porque una vez que establecemos que Jesús es Dios, nos cuesta mucho trabajo encontrar un espacio para que también sea hombre". Una vez Karl Rahner, el más influyente teólogo jesuita del siglo XX, dijo que si pudiéramos "abrir las cabezas" de los creyentes, para ver cómo creen, hallaríamos que muchos de ellos tienen una fe en Cristo inconscientemente monofisita. Es decir: una fe en la que la divinidad de Jesús se come a su humanidad, o le hace sombra.

"Y es que los primeros discípulos y discípulas de Jesús obraron diferente. Ellos se encontraron con Jesús, quedaron fascinados por su manera de hablar y de vivir, fueron entendiendo paulatinamente cuál era el núcleo de su mensaje liberador, se sintieron amados por Él. Es este encuentro humano con la persona de Jesús el que los llevó, más tarde, a confesar que era Hijo de Dios". Aunque no haya término de comparación (Jon Sobrino es un teólogo en toda la línea, yo un humilde biblista diletante), afirmo lo mismo que se denuncia como causa de la condena del teólogo salvadoreño. Me temo que si condenan a Jon Sobrino tendrán que condenarme también a mí.


Raúl H. Lugo Rodríguez, doctor en Sagradas Escrituras.

16 de abril de 2007

Felices 500 euros

El Papa Benedicto XVI cumplió hoy ochenta añotes de vida. Para celebrarlo organizó grandes cosas: una misa masiva en la plaza de San Pedro, un almuerzo con los eminentísimos señores cardenales de la Santa Iglesia Romana, un concierto multitudinario con la orquesta radiofónica de Stuttgart, la publicación de un libro cuestionable (con tiraje de no'más 350 mil ejemplares), la proclamación de día festivo en el Estado de la Ciudad del Vaticano y en las universidades católicas de la ciudad de Roma y... la entrega de un bono de quinientos euros a cada uno de los empleados de la Ciudad.

Benedicto XVI

Con certeza el Papa ha recibido donativos y algunos regalos. A decir de su secretario personal, el Padre George Gaenswein, ha recibido numerosas cartas, tarjetas y flores. Entre lo que recibió, por ejemplo, hay un enorme oso de felpa que le envió algún italiano con buen humor. Dicen que el Santo Padre ya se deshizo de él, que diga, ya lo regaló al Hospital del Niño Jesús, el hospital pediátrico de la Santa Sede. El mismo secretario informó que los donativos recibidos serán destinados a Tierra Santa, África, y otras regiones necesitadas del mundo. En otras palabras, el Papa regala sus regalos y lo hace a quien él quiere. Más claro no pudo haber sido su más estrecho colaborador.

En fin, si usted quiere hacer feliz a un empleado del Vaticano, mande su donativo generoso a la Santa Sede en ocasión del natalicio de su Santidad para que se lo regale a alguno y pueda entonces exclamar: felices 500 euros.

14 de abril de 2007

Regalo, tarea y promesa.

Asistí a la primera boda de mi hermana a los cinco años en la kermés de la escuela. Hoy regreso a Roma después asistir a su matrimonio verdadero en Ciudad de México. Veinticinco años después el tiempo la ha madurado (a mí quizá un poco menos). Toda una señora, hoy comparte su vida con la persona que piensa siempre fue para ella. Pensarlo así me da gusto y al mismo tiempo me da vértigo. Me hace reflexionar una vez más sobre mi propia vocación y los desatinos de ésta. Supongo que no será más fácil la vocación al matrimonio, pero tenerlo así de claro es admirable.

Por mi parte hice todo lo posible (lo poco que puedo) para que se casaran bien y bonito. No hice gran cosa pero como todos en la familia y entre sus amigos y amigas pusimos un granito de arena, el resultado al final nos gustó a todos. No cabe duda que todo sacramento cristiano celebra la vida. O mejor, la Vida. Esa que nos maneja y nos lleva no sabemos ni como. Esa que se impone y se cuela y se escurre y gana.

Al final he tenido que retornar con un grato recuerdo, pero sin haber podido visitar en mi tierra a tantas personas como quería porque debo preparar el tercer periodo de exámenes de mis cursos este año, de los cuales, por cierto, dicen que son los más difíciles.



Mientras venía en el avión, esta ocasión con escala en Madrid, cuando no estudiaba o dormía, pensaba en la hermosa armonía que se dio en las partes de la homilía de la boda y en la cual, por cierto, me pidieron que participara. El primer Padre habló del amor de Dios como regalo (don) que se recibe de manera gratuita. El segundo trató sobre el mismo amor de Dios pero acentuando la respuesta del hombre a dicho amor como una tarea (responsabilidad moral) y yo recogí los aportes hechos y destaqué el amor de Dios como promesa (esperanza). Con certeza no hubiera sido tan articulada si la planeamos con anticipación. Los tres pensamos en hablar del amor de Dios, pues es evidente que el amor de dos esposos enseguida hace volver la mirada hacia el Amor. El que es, como dijimos, regalo, tarea y promesa.

16 de marzo de 2007

Caso Jon Sobrino. 02. La Carta de Jon Sobrino

Carta de Jon Sobrino al P. General de los jesuítas

Publicada el 13-Marzo-2007.

Querido P. Kolvenbach:

Ante todo le agradezco la carta que me escribió el 20 de noviembre y todas las gestiones que ha hecho para defender mis escritos y mi persona. Ahora me dice el P. Idiáquez que le escriba a usted sobre mi postura ante la
notificatio y las razones por las que no me adhiero -“sin reservas”, dice usted en su carta- a ellas. En un breve texto posterior expondré mi reacción ante la notificatio, pues, como usted dice, lo normal es que la noticia aparezca en los medios y que los colegas de la teología esperen una palabra mía.

1. La razón fundamental.

La razón fundamental es la siguiente. Un buen número de teólogos han leído mis dos libros antes de que fuese publicado el texto de la Congregación de la fe de 2004. Varios de ellos leyeron también el texto de la Congregación. Su juicio unánime es que en mis dos libros no hay nada que no sea compatible con la fe de la Iglesia.

El primer libro,
Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret, fue publicado en español en 1991, hace 15 años,y ha sido traducido al portugués, inglés, alemán e italiano. La traducción portuguesa tiene el imprimatur del Cadenal Arns, del 4 de diciembre de 1992. Que yo sepa ninguna recensión o comentario teológico oral cuestionó mi doctrina.

El texto del segundo libro,
La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, fue publicado en 1999, hace siete años, y ha sido tradcido al portugués, inglés e italiano. Fue examinado muy cuidadosamente, antes de su publicación, por varios teólogos, en algunos casos por encargo del P. Provincial, Adán Cuadra, y en otros a petición mía. Son los PP. J. I. González Faus, J. Vives y X. Alegre, de San Cugat; el P. Carlo Palacio, de Bello Horizonte; el Pbro. Gesteira, de Comillas; el Pbro. Javier Vitoria, de Deusto; el P. Martin Maier, de Stimmen der Zeit. Varios de ellos son expertos en teología dogmática. Uno, en exégesis. Y otro, en patrística.

Recientemente, el P. Sesboué, a petición de Martin Maier, el año 2005 tuvo la gentileza de leer el segundo libro,
La fe en Jesucristo, conociendo también, según entiendo, el texto de la Congregación de la fe de 2004. El P. Maier le pidió que se fijase si había algo en mi libro contra la fe de la Iglesia. Su respuesta de 15 páginas en conjunto es laudatoria para el libro. Y no encontró nada criticable desde el punto de vista de la fe. Sólo encontró un error, que él llama técnico, no doctrinal. “Mon intention est de montrer le centre de gravité de l’ouvrage et combien il prend au serieux les affirmations conciliares, comme les titres de Crist dans le N.T. Je n’ai trouvè qu’une erreure réelle, s’est son interpretation de la communication des idiomes, mais c’este une errer technique en non doctrinale“. (Afirmo desde ahora que no tengo ningún inconveniente en esclarecer, en la medida de mis posibilidades, ese error técnico).

Sobre el modo de analizar mi texto por parte de la congregación dice lo siguiente:

“Je n’ai pas voulu répondre avec trop de précision au document de la CDF qui vise aussi le premier livre de Sobrino et me paraît tellement exagéré qu’il est sans valeur. Talleyrand avait ce mot: “Ce qui est exagéré est insignifiant!”. Avec cette méthode délibérément soupçonneuse je peux lire bien des hérésies dans les encycliques de J.P. II! J’en ai tout de même tenu compte dans mon évaluation. J’ai voulu dire que ce livre me paraît plus rigoureux dans ses formulations que le précédent. J’ai aussi cité des textes de la tradition, ou contemporains, ou même des papes qui vont dans le sens de Sobrino (en cela je suis la méthode de la CDF!).

Entregué una copia del texto del P. Sesboué al P. Idiáquez y al P. Valentìn Menéndez.

Todos estos teólogos son buenos conocedores del tema cristológico, al nivel teológico y doctrinal. Son personas responsables. Se han fijado explícitamente en posibles errores doctrinales míos. Son respetuosos de la Iglesia. Y no han hallado errores doctrinales ni afirmaciones peligrosas. Entonces no puedo comprender cómo la
notificatio lee mis textos de manera tan distinta y aun contraria.

Esta es la primera y fundamental razón para no suscribir la
notificatio: “no me siento representado en absoluto en el juicio global de la notificatio”. Por ello no me parece honrado suscribirla. Y además, sería una falta de respeto a los teólogos mencionados.

2. 30 años de relaciones con la jerarquía

El documento de 2004 y la notificatio no son una total sorpresa. Desde 1975 he tenido que contestar a la Congregación para la Educación católica, bajo el cardenal Garrone, en 1976, y a la Congregación de la Fe, primero bajo el cardenal Seper y después, varias veces, bajo el Cardenal Ratzinger. El P. Arrupe, sobre todo, pero también el P. Vincent O’keefe, como vicario general, y el P. Paolo Dezza, como delegado papal, siempre me animaron a responder con honradez, fidelidad y humildad. Me agradecieron mi buena disposición a responder y me daban a entender que el modo de proceder las curias vaticanas no siempre se distinguía por ser honrado y muy evangélico. Mi experiencia, pues, viene de lejos. Y usted conoce lo que ha ocurrido en los años de su generalato.

Lo que quiero añadir ahora es que no sólo he tenido serias advertencias y acusaciones de esas congregaciones, sobre todo la de la fe, sino que desde muy pronto se creó un ambiente en el Vaticano, en varias curias diocesanas y entre varios obispos, en contra de mi teología -y en general, contra la teología de la liberación. Se generó un ambiente en contra de mi teología,
a priori, sin necesidad de leer muchas veces mis escritos. Son 30 largos años de historia. Sólo voy a mencionar algunos hechos significativos. Lo hago no porque ésa sea una razón fundamental para suscribir la notificatio, sino para comprender la situación en que estamos y qué difícil es, al menos para mí, y aun poniendo lo mejor de mi parte, tratar honrada, humana y evangélicamente, el problema. Y para ser sincero, aunque ya he dicho que no es una razón para no adherirme a la notificatio, siento que no es ético para mí “aprobar o apoyar” con mi firma un modo de proceder poco evangélico, que tiene dimensiones estructurales, en uena medida, y que está bastante extendido. Pienso que avalar esos procedimientos para nada ayuda a la Iglesia de Jesús, ni a presentar el rostro de Dios en nuestro mundo, ni a animar al seguimiento de Jesús, ni a la “lucha crucial de nuestro tiempo”, la fe y la justicia. Lo digo con gran modestia.

Algunos hechos del ambiente generalizado que se ha generado contra mi teología, más allá de las acusaciones de las congregaciones, son los siguientes.

Monseñor Romero escribe en su Diario el día 3 de mayo de 1979: “Visité al P. López Gall… Me dijo con sencillez de amigo el juicio negativo que se tiene en algunos sectores para con los escritos teológicos de Jon Sobrino”. Por lo que toca a Monseñor Romero, pocos meses después me pidió que le escribiera el discurso que pronunció en la Universidad de Lovaina el 2 de febrero de 1980 -en 1977 ya había redactado para él la segunda carta pastoral “La Iglesia, cuerpo de Cristo en la historia”. Escribí el discurso de Lovaina. Le pareció muy bien, lo leyó íntegramente y me lo agradeció.

Antes de su cambio como obispo, Monseñor me había acusado de peligros doctrinales, lo que muestra que sabía moverse en esa problemática (también escribió un juicio crítico contra la “Teología Política” de Ellacuría en 1974). Pero después, nunca me avisó de tales peligros. Creo que mi teología le parecía correcta doctrinalmente -al menos en lo sustancial. (Sé muy bien que en el Vaticano un problema para su canonización ha sido mi posible influjo en sus escritos y homilías. Escribí un texto de unas 20 páginas sobre ellos. Y lo firmé).

Cuando Alfonso López Trujillo fue nombrado cardenal, dijo poco después en un grupo, más o menos públicamente, que iba a acabar con Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Ronaldo Muñoz y Jon Sobrino. Así me lo contaron, y me parece muy verosímil. Las historias de López Trujillo con el P. Ellacuría -con Monseñor Romero, sobre todo- y conmigo son interminables. Continúan hasta el día de hoy. Y empezaron pronto. Creo que en 1976 o 1977 habló en contra de la teología de Ellacuría y de la mía en una reunión de la Conferencia Episcopal de El Salvador, a cuya reunión se autoinvitó. Después, en carta a Ellacuría, negó tajantemente que hubiera hablado de él y de mí en dicha conferencia. Pero nosotros teníamos el testimonio, de primera mano, de Mons. Rivera, quien estuvo presente en la reunión de la conferencia episcopal.

En 1983 el cardenal Corripio, arzobispo de México, prohibió la celebración de un congreso de teología. Lo organizaban los pasionistas para celebrar, según su carisma, el año de la redención, que estaba siendo propiciado por Juan Pablo II. Querían tratar teológicamente el tema de la cruz de Cristo y la de nuestros pueblos. Me invitaron y acepté. Después me comunicaron la prohibición del cardenal. La razón, o una razón importante, era que yo iba a tener dos conferencias en el congreso.

En Honduras, el arzobispo, regañó a un grupo de religiosas porque habían ido a una diócesis cercana a escuchar una conferencia mía. Me había invitado el obispo. Creo que su nombre era Mons. Corrivau, canadiense.

Sólo un ejemplo más para no cansarle. En 1987 o 1988, más o menos, recibí una invitación a hablar a un numeroso grupo de laicos en Argentina, en la diócesis de Mons. Hesayne. Se trataba de revitalizar a los cristianos que habían sufrido durante la dictadura. Y acepté. Poco después recibí una carta de Mons. Hesayne diciéndome que mi visita a su diócesis había sido objeto de debate en una reunión de la Conferencia Episcopal. El cardenal Primatesta dijo que le parecía muy mal que yo fuese a hablar a Argentina. Monseñor Hesayne, me defendió como persona y defendió mi ortodoxia. Le preguntó al cardenal si había leído algún libro mío, y reconoció que no. Sin embargo, el obispo se vio obligado a cancelar la invitación. Me escribió y se disculpó con mucho cariño y humildad, y me pidió que comprendiese la situación. Le contesté que la comprendía y que le agradecía.

De lo que he dicho hasta ahora sobre Argentina tengo certeza. Lo que sigue lo oí a dos sacerdotes, no sé si de Argentina o de Bolivia, que pasaron por la UCA. Al verme, me dijeron que conocían en lo que había ocurrido en Argentina. En resumen, en la reunión de la Conferencia Episcopal le habían dicho a Mons. Hesayne que tenía que elegir: o invitaba a Jon Sobrino a su diócesis, y el Papa no pasaría por ella en la próxima visita a Argentina, o aceptaba la visita del Papa a su diócesis y Jon Sobrino no podía pasar por allí.

No quiero cansarle más, aunque créame que podría contar más historias. También de obispos que se han opuesto a que dé conferencias en España… Esta “mala fama” no creo que fuese algo específicamente personal, sino parte de la campaña contra la teología de la liberación.

Y ahora formulo mi segunda razón para no adherirme. Tiene que ver menos directamente con los documentos de la Congregación de la fe, y más con el modo de proceder del Vaticano en lo últimos 20 ó 30años. En esos años, muchos teólogos y teólogas, gente buena, con limitaciones por supuesto, con amor a Jesucristo y a la Iglesia, y con gran amor a os pobres, han sido perseguidos inmisericordemente. Y no sólo ellos. También obispos, como usted sabe, Monseñor Romero en vida (todavía hay quien no le quiere en el Vaticano, al menos no quieren al Monseñor romero real, sino a un Monseñor Romero aguado), Don Helder Camara tras su muerte, y Proaño, Don Samuel Ruiz y un muy largo etcétera… Han intentado descabezar, a veces con malas artes, a la CLAR, y a miles de religiosas y religiosos de inmensa generosidad, lo que es más doloroso por la humildad de muchos de ellos. Y sobre todo, han hecho lo posible para que desaparezcan las comunidades de base, los pequeños, los privilegiados de Dios…

Adherirme a la
notificatio, que expresa en buena parte esa campaña y ese modo de proceder, muchas veces claramente injusto, contra tanta gente buena, siento que sería avalarlo. No quiero pecar de arrogancia, pero no creo que ayudaría a la causa de los pobres de Jesús y de la iglesia de los pobres.


3. Las críticas a mi teología del teólogo Joseph Ratzinger

Este tema me parece importante para comprender dónde estamos, aunque no es una razón para no suscribir la notificatio.

Poco antes de publicar la primera Instrucción sobre algunos aspectos de la “
Teología de la liberación”, corrió, en forma manuscrita, un texto del cardenal Joseph Ratzinger sobre dicha teología. El Padre César Jerez, entonces provincial, recibió el texto de un jesuita amigo, de Estados Unidos. El texto fue publicado después en 30 giorni III/3 (1984) pp. 48-55. Yo lo pude leer, ya publicado, en Il Regno. Documenti 21 (1984) pp. 220-223. En este artículo se mencionan los nombres de cuatro teólogos de la liberación: Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann, Ignacio y Ellacuría, y el mío, que es el más frecuentemente citado. Cito textualmente lo que dice sobre mí. Las referencias son de mi libro Jesús en América Latina. Su significado para la fe la cristología, San Salvador, 1982.

a) Ratzinger: “Respecto a la fe dice, por ejemplo, J. Sobrino: La experiencia que Jesús tiene de Dios es radicalmente histórica. “Su fe se convierte en fidelidad”. Sobrino reemplaza fundamentalmente, por consiguiente, la fe por la “fidelidad a la historia” (fidelidad a la historia, 143-144).

Comentario. Lo que yo digo textualmente es: “su fe en el misterio de Dios se convierte en fidelidad a ese misterio”… con lo cual quiero recalcar la procesualidad del acto de fe. Digo también que “la carta (de los Hebreos) resume admirablemente cómo se da en Jesús la fidelidad histórica y en la historia a la práctica del amor a los hombres y la fidelidad al misterio de Dios” (p. 144). La interpretación de Ratzinger de remplazar la fe por la fidelidad a la historia está injustificada. Repito varias veces: “fidelidad al misterio de Dios”.

b) Ratzinger: “’Jesús es fiel a la profunda convicción de que el misterio de la vida de los hombres… es realmente lo último…’ (p. 144). Aquí se produce aquella fusión entre Dios y la historia que hace posible a Sobrino, conservar con respecto a Jesús la fórmula de Calcedonia pero con un sentido totalmente alterado: se ve cómo los criterios clásicos de la ortodoxia no son aplicables al análisis de esta teología.

Comentario. El contexto de mi texto es que “la historia hace creíble su fidelidad a Dios, y la fidelidad a Dios, a quien le instituyo, desencadena la fidelidad a la historia, al ‘ser a favor de otros’” (p. 144). Para nada confundo Dios y la historia. Además, la fidelidad no es a una historia abstracta, o alejada de Dios y absolutizada, sino que es la fidelidad al amor a los hermanos, lo que tiene una ultimidad específica en el Nuevo Testamento y es mediación de la realidad de Dios.

c) Ratzinger: “Ignacio Ellacuría insinúa este dato en la tapa del libro sobre este tema: Sobrino “dice de nuevo…que Jesús es Dios, pero añadiendo inmediatamente que el Dios verdadero es sólo el que se revela histórica y escandalosamente en Jesús y en los pobres, quienes continúan su presencia. Sólo quien mantiene tensa y unitariamente esas dos afirmaciones es ortodoxo…”

Comentario. No veo que tiene de malo las palabras de Ellacuría.

d) Ratzinger: “El concepto fundamental de la predicación de Jesús es “Reino de Dios”. Este concepto se encuentra también en el núcleo de las teologías de la liberación, pero leído sobre el trasfondo de la hermenéutica marxista. Según J. Sobrino el reino no debe comprenderse de modo espiritualista, ni universalista, ni en el sentido de una reserva escatológica abstracta. Debe ser entendido en forma partidista y orientado hacia la praxis. Sólo a partir de la praxis de Jesús, y no teóricamente, se puede definir lo que significa el reino; trabajar con la realidad histórica que nos rodea para transformarla en el Reino” (166).

Comentario. Es falso que yo hable del reino de Dios en el transfondo de la hermenéutica marxista. Sí es cierto que doy importancia decisiva a reproducir la praxis de Jesús para obtener un concepto que pueda acercarnos al que tuvo Jesús. Pero esto último es problema de epistemología filosófica, que tiene también raíces en la comprensión bíblica de lo que es conocer. Como dicen Jeremías y Oseas: “hacer justicia, ¿no es eso conocerme?”.

e) Ratzinger: “En este contexto quisiera también mencionar la interpretación impresionante, pero en definitiva espantosa, de la muerte y de la resurrección que hace J. Sobrino. Establece ante todo, en contra de las concepciones universalistas, que la resurrección es, en primer lugar, una esperanza para los crucificados, los cuales constituyen la mayoría de los hombres: todos estos millones a los cuales la injusticia estructural se les impone como una lenta crucifixión (176). El creyente toma parte también en el reinado de Jesús sobre la historia a través de la implantación del Reino, esto es, en la lucha para la justicia y por la liberación integral, en la transformación de las estructuras injustas en estructuras más humanas. Este señorío sobre la historia se ejerce, en la medida en que se repite en la historia el gesto de Dios que resucita a Jesús, esto es, dando vida a los crucificados de la historia (181). El hombre asumió las gestas de Dios, y en esto se manifiesta toda la transformación del mensaje bíblico de modo casi trágico, si se piensa cómo este intento de imitación de Dios se ha efectuado y se efectúa”.

Comentario. Si la resurrección de Jesús es la de un crucificado, me parece al menos plausible comprender teológicamente la esperanza en primer lugar para los crucificados. En esta esperanza podemos participar “todos “en la medida en que participemos en la cruz.

Y “repetir en la historia el gesto de Dios” es obviamente lenguaje metafórico. Nada tiene que ver con
hybris y arrogancia. Hace resonar el ideal de Jesús: “sean buenos del todo como el Padre celestial es bueno”.

Hasta aquí el comentario a las acusaciones de Ratzinger. No reconozco mi teología en esta lectura de los textos. Además, como usted recordará, el P. Alfaro escribió un juicio sobre el libro del que Ratzinger saca las citas, sin encontrar error alguno en su artículo “Análisis del libro ‘Jesús en América Latina’ de Jon Sobrino”,
Revista Latinoamericana de Teología 1, 1984, pp. 103-120). Por lo que toca a la ortodoxia concluye textualmente:

“a) Expresa y repetida afirmación de fe en la divinidad (filiación divina) de Cristo a lo largo de todo el libro;
b) reconocimiento creyente del carácter normativo y vinculante de los dogmas cristológicos, definidos por el magisterio eclesial en los concilios ecuménicos;
c) fe en la escatología cristiana, iniciada ya ahora en el presente histórico como anticipación de su plenitud venidera meta-histórica (más allá de la muerte);
d) fe en la liberación cristiana como “liberación integral”, es decir, como salvación total del hombre en su interioridad y en su corporalidad, en su relación a Dios, a los otros, a la muerte y al mundo. Estas cuatro verdades de la fe cristiana son fundamentales para toda cristología. Sobrino las afirma sin ninguna ambigüedad” (p. 117-118).

Y es grave que, sin citar mi nombre, la
Instrucción de 1984, IX. Traducción “teológica de este núcleo”, repite algunas ideas que Ratzinger piensa haber encontrado en mi libro. “Algunos llegan hasta el límite de identificar a Dios y la historia, y a definir la fe como ‘fidelidad a la historia’…” (n. 4).

Creo que el cardenal Ratzinger, en 1984, no entendió a cabalidad la teología de la liberación, ni parece haber aceptado las reflexiones críticas de Juan Luis Segundo,
Teología de la liberación. Respuesta al cardenal Ratzinger, Madrid, 1985, y de I. Ellacuría, “Estudio teológico-pastoral de la Instrucción sobre algunos aspecto de ‘la teología de la liberación’”, Revista Latinoamericana de Teología 2 (1984) 145-178. Personalmente creo que hasta el día de hoy le es difícil comprenderla. Y me ha disgustado un comentario que he leído al menos en dos ocasiones. Es poco objetivo y puede llegar a ser injusto. La idea es que “lo que buscan los (algunos) teólogos de la liberación es conseguir fama, llamar la atención”.

Termino. No es fácil dialogar con la Congregación de la fe. A veces parece imposible. Parece que está obsesionada por encontrar cualquier limitación o error, o por tener por tal lo que puede ser una conceptualización distinta de alguna verdad de la fe. En mi opinión, hay aquí, en buena medida, ignorancia, prejuicio y obsesión para acabar con la teología de la liberación. Sinceramente no es fácil dialogar con ese tipo de mentalidad.

Cuántas veces he recordado el presupuesto de los Ejercicios: “todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla”. Y estos días he leído en la prensa un párrafo del libro de Benedicto XVI, de próxima aparición, sobre Jesús de Nazaret. “Creo que no es necesario decir expresamente que este libro no es en absoluto un acto magisterial, sino la expresión de mi búsqueda personal del «rostro del Señor» (salmo 27, Por lo tanto, cada quien tiene libertad para contradecirme. Sólo pido a las lectoras y a los lectores el anticipo de simpatía sin la cual no existe comprensión posible”. Personalmente le ofrezco al papa simpatía y comprensión. Y deseo vehementemente que la Congregación de la fe trate a los teólogos y teólogas de la misma manera.

4. Problemas de fondo importantes

En mi respuesta de marzo de 2005 traté de explicar mi pensamiento. Ha sido en vano. Por eso ahora no voy a comentar, una vez más, las acusaciones que me hace la notificatio, pues fundamentalmente son las mismas. Sólo quiero mencionar algunos temas importantes, sobre los que en el futuro podamos ofrecer algunas reflexiones.

1. Los pobres como lugar de hacer teología. Es un problema de epistemología teológica, exigido o al menos sugerido por la Escritura. Personalmente, no dudo de que desde los pobres se ve mejor la realidad y se comprende mejor la revelación de Dios.
2. El misterio de Cristo siempre nos desborda. Mantengo como fundamental el que sea sacramento de Dios, presencia de Dios en nuestro mundo. Y mantengo como igualmente fundamental el que sea un ser humano e histórico concreto. El docetismo me parece que sigue siendo el mayor peligro de nuestra fe.
3. La relacionalidad constitutiva de Jesús con el reino de Dios. En las palabras más sencillas posibles, éste es un mundo como Dios lo quiere, en el que haya justicia y paz, respeto y dignidad, y en el que los pobres estén en el centro de interés de los creyentes y de las iglesias. Igualmente, la relacionalidad constitutiva de Jesús con un Dios que es Padre, en quien confía totalmente, y en un Padre que es Dios ante quien se pone en total disponibilidad.
4. Jesús es hijo de Dios, la palabra hecha
sarx. Y en ello veo el misterio central de la fe: la transcendencia se ha hecho transdescendencia para llegar a ser condescendencia.
5. Jesús trae la salvación definitiva, la verdad y el amor de Dios. La hace presente a través de su vida, praxis, denuncia profética y anuncio utópico, cruz y resurrección. Y Puebla, remitiéndose a Mt 25, afirma Cristo “ha querido identificarse con ternura especial con los más débiles y pobres” (n. 196).
Ubi pauperes ibi Christus.
6. Muchas otras cosas son importantes en la fe. Sólo quiero mencionar una más, que Juan XXIII y el cardenal Lercaro proclamaron en el Vaticano II: La Iglesia como “Iglesia de los pobres”. Iglesia de verdadera compasión, de profecía para defender a los oprimidos y de utopía para darles esperanza.
7. Y en un mundo gravemente enfermo como el actual proponemos como utopía que ”extra pauperes nulla salus”.

De estos y de muchos otros temas hay que hablar más despacio. Creo que es bueno que todos dialoguemos. Personalmente estoy dispuesto a ello.

Querido Padre Kolvenbach esto es lo que quería comunicarle. Bien sabe usted que, aunque estas cosas son desagradables, puedo decir que estoy en paz. Esta viene del recuerdo de innumerables amigos y amigas, muchos de ellos mártires. Estos días, el recuerdo del P. Jon Cortina nos trae de nuevo la alegría. Si me permite hablarle con total sinceridad, no me siento “en casa” en ese mundo de curias, diplomacias, cálculos, poder, etc. Estar alejado de “ese mundo”, aunque yo no lo haya buscado, no me produce angustia. Si me entiende bien, hasta me produce alivio.

Sí siento que la
notificatio producirá algún sufrimiento. Por decirlo con sencillez, algo sufrirán mis amigos y familiares, una hermana que tengo, muy cercana a Monseñor Romero y a los mártires. Pienso también que hará la vida más difícil, por ejemplo a mi gran amigo el P. Rafael de Sivatte. Si no fuesen pocos los problemas que ya tiene para mantener con seriedad el Departamento de Teología -que lo mantiene muy bien por su gran capacidad, dedicación y ciencia- tendrá ahora que buscar otro profesor de cristología, y, como usted sabrá, también tendrá que buscar otro profesor de Historia de la Iglesia, pues, injustamente, el P. Rodolfo Cardenal no va a dar clases, pues no es bien visto por la jerarquía del país.

No sé si esta larga carta le ayudará en sus conversaciones con el Vaticano. Ojalá así sea. He procurado ser lo más sincero posible. Y le agradezco todos los esfuerzos que ha hecho para defendernos.
Le recuerdo con afecto ante el Señor.

Jon Sobrino