24 de septiembre de 2006

Ingreso gratuito de muchedumbres

No quiero irme hoy a dormir sin consignar mi primera visita a los Museos Vaticanos. Fui hoy porque cada último domingo de mes la entrada es gratis. Ingresé después de una hora en la fila. Bien me habían dicho los padres que me fuera acabando de desayunar.

Los trece Museos albergan la colección de arte más grande del mundo: sesenta mil piezas de todo el mundo y de todas la épocas en mil cuatrocientas siete salas. Caminé directo a la Capilla Sixtina. Otra hora más tarde, debido a la inmensa cantidad de turistas, estaba contemplando el Juicio Final, de Miguel Ángel Bounaroti y los seiscientos metros cuadrados de murales bíblicos en la techumbre. Es difícil reprimir la emoción de estar ante imágenes que has visto siempre en postales. Vi el dedo del Padre apuntando a Adán en la Creación; la expulsión del Paraíso; el brazo de Jesús en alto. Cruce la reja y tuve la misma vista que los cardenales cuando entran al Cónclave.

Claro, vi innumerables obras antes y después de llegar a la Sixtina, pero deseaba detenerme allí la primera vez. Me quedé dentro lo más que pude antes de regresar a casa para el almuerzo.


A la salida la famosa escalera-rampa de caracol me confirmó que bien valió soportar las muchedumbres del día de ingreso gratuito.

19 de septiembre de 2006

Aprender Roma

¿Por qué "Aprender Roma"?


La expresión está tomada del Capítulo V del libro de memorias del venerable siervo de Dios Juan Pablo II, Don y Misterio, que escribió en ocasión de sus 50 años de vida sacerdotal. Allí contaba con sencillez su su experiencia vocacional y narraba su estancia en Roma:


«No podré olvidar nunca la sensación de mis primeros días "romanos" cuando en 1946 empecé a conocer la Ciudad Eterna».

«Para quien tiene la suerte de poderse formar en la capital del Cristianismo, más aún que los estudios (¡un doctorado en teología se puede conseguir también fuera!) es importante aprender Roma misma. Traté de seguir su consejo».

«En el corazón del Cristianismo y a la luz de los santos, las nacionalidades también se encontraban, como prefigurando, más allá de la tragedia bélica que tanto nos había marcado, un mundo sin divisiones».

«Vuelvo a menudo a aquellos años con la memoria llena de emoción. Al regresar llevaba conmigo no sólo un mayor bagaje de cultura teológica, sino también. la consolidación de mi sacerdocio y la profundización de mi visión de la Iglesia».

«...Podría añadir muchos otros detalles acerca de esta experiencia decisiva. Prefiero, sin embargo, resumirlo todo diciendo que gracias a Roma mi sacerdocio se había enriquecido con una dimensión europea y universal».

Juan Pablo II, Don y misterio, Capítulo V, fragmentos. Puede consultarse el texto íntegro gratuitamente en: http://www.vatican.va/archive/books/gift_mystery/
documents/archive_gift-mystery_book_1996_sp.html

Curiosamente el Padre Pepe me regaló ayer un guía de la Ciudad de Roma. Espero "aprender Roma".

16 de septiembre de 2006

Por si las dudas

Desde el 4 de septiembre comenzaron las clases de italiano en la Universidad Gregoriana. Las clases las organiza un centro de estudios independiente, pero las recibimos en los salones de esta Universidad. Para poder ingresar a los estudios aspirando a cualquier grado universitario en Italia se requiere poseer el conocimiento de la lengua italiana al menos en el nivel que la Unión Europea codifica como «B1» o «intermedio base». Ahí la llevo. Mi maestra se llama Monia y soy el único mexicano en mi clase. Hay muchos alemanes, chicos y chicas, y un padre colombiano y uno peruano.

Revisando el libro de clases que me dieron me encontré con un página que me gustó y que traduzco a continuación:



«¿Lo sabías?

  • «En Italia, a diferencia que en otros países, el número de la mala suerte no es es el 13, sino el 17. El 13 es desafortunado solo en la mesa, en recuerdo de la Última Cena y de la destrucción de Judas.
  • «Para alejar la mala suerte se toca hierro y no madera, como en otros países.
  • «"Hacer cuernos" (con la mano) es un gesto muy difundido enItalia, sobre todo entre los automovilistas. Se originó en el Medioevo siempre para tener lejos la mala suerte, en representación del diablo con su cornamenta. Hoy tiene dos significados: con la mano apuntando abajo se mantiene alejado el mal augurio, mientras que con la mano dirigida arriba hace referencia a la infidelidad del cónyuge.
  • «Los crisantemos son flores que se llevan a las tumbas el 2 de noviembre, celebración de los muertos. Por este motivo no se deben regalar en otra ocación porque, como se aprecia, los italianos son supersticiosos».

Claro que yo no creo en estas cosas, pero lo publico aquí por si las dudas...

1 de septiembre de 2006

Más de lo suficiente

Emprendí mi viaje a Roma el martes 29 de agosto de 2006.

Luego de una conexión de cinco horas en Ámsterdam llegué la tarde del miércoles con la gracia de Dios al aeropuerto de Fiumicino. Una de tres maletas no llegó en mi vuelo y, tras esperarla en vano una hora, la reporté a la compañía. Fueron por mí el Padre que será mi formador y un hermano de la Provincia de Estados Unidos que estudia acá desde hace dos años.

Tal y como me había dicho Pepe, es inolvidable la vista de la cúpula de San Pedro cuando aparece de pronto ante la vista, al acercarse el taxi a casa.

Hoy es viernes. Ya llegó mi maleta, tal y como lo había prometido la aerolínea. Pero todavía no me cae el veinte: es extremadamente hermoso para ser real. Los hermanos y los Padres son muy buenos. El Padre General quiso verme antes de partir de viaje. Vivo en Sant’Andrea Della Valle, la basílica romana con la cúpula más alta, en pleno centro. Desde allí tomé unas fotos.

A unos pasos de la Basílica está el monumento al rey Víctor Manuel II y hoy también lugar del soldado desconocido.


Impresionantemente blanco.

También están cercanos el Coliseo y los foros imperiales, la Universidad Gregoriana, el Instituto Bíblico –donde estudiaré–, la fuente de Trevi, el Río Tíber y el Trastévere, Santa María Sopra Minerva, el Panteón de Agripa y las ruinas de Adriano, Campo dei Fiori, ¡en fin! Todo es bello, me faltan palabras para narrar, cada esquina respira siglos de historia.

He probado la pizza, el spaghetti, el queso, el café, la cerveza, el vino. He visto el Cristo de Miguel Ángel y las tumbas de santa Catalina de Siena y con especial fervor la de Paulo IV, uno de nuestros fundadores.

El martes, antes de partir de la Casa de la Colonia Roma nos reunimos en la Capilla, los hermanos hicieron oración por mí y yo me encomendé a sus oraciones. Ernesto dijo que había leído algo así:

Que tengas el suficiente sol,
el suficiente calor,
el suficiente amor…

Lo suficiente, pues, –me dijo–, para ser feliz.

Hoy tengo más de lo suficiente.

Me voy a Misa.