Laocoonte. Inicio de los Museos Vaticanos
El 14 de enero de 1506 en la viña de Felice de Fredis, en la colina esquilina, entre las Termas de Tito y el Coliseo, Giuliano da Sangallo y Michelangelo Buonaroti, entonces dos artistas ya famosos, hicieron un hallazgo que revolucionaría la historia del arte: descubrieron un grupo escultórico.
Hacía más de mil años que Plinio el Viejo había afirmado la existencia de una bellísima representación escultórica que destacaba entre otras en el palacio del emperador Tito. Plinio falleció en la erupción del Vesubio del año 79 después de Cristo, pero alcanzo a escribir en su Naturalis Historia (XXXVI, 37) que esta escultura fue realizada por los artistas rodios Agesandro, Atenodoro y Polidoro, y que merecía la preferencioa entre todas las demás representaciones del mismo tema en pintura o en bronce.
Por eso, al verlo los dos artistas quedaron extaiados por la emoción y la dramaticidad de la acción representada ante sus ojos. Giuliano da Sangallo exclamó: “¡Es el Laocoonte del cual hablaba Tito!” .
El entonces Papa, Julio II della Rovere, la adquirió de inmediato con acto del 23 de marzo de 1506 y la colocó en la esquina de un patio en el Vaticano, en el nivel más alto del nuevo complejo arquitectónico diseñado por Bramante tomando como modelo el templo de la Fortuna Primigenia en Palestrina, el cual pronto se llenó de otras esculturas bellas (el Patio de las estatuas) que más tarde se llamaría Cortile Ottagono (por su forma octagonal) y constituyo el inicio de lo que, con el paso del tiempo, se convirtió en la serie de Museos Vaticanos.
Hasta el día de hoy el Lacoonte es uno de los núcleos más importantes de la escultura antigua conservada en ellos y, quizá, la pieza más famosa de la escultura de la Antigüedad.
Pronto influyó en los grandes artistas del momento: por ejemplo, uno de los profetas de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, Jonás, toma como modelo al Laocoonte. El mismísimo Cristo del Juicio Universal tiene el cuerpo del Laocoonte.
Irrumpe entonces el arte clásico en el arte del Renacimiento: Iglesia y Antigüedad se besan, los profetas del Antiguo Testamento se intercalan con las sibilas, y se muestra a los grandes pensadores antiguos como uno de los caminos hacia Dios. En seguida Rafael pintará el freco de la “Escuela de Atenas”, hoy también parte de los Museos Vaticanos. Allí los inigualables filósofos griegos son representados bajo las bóvedas de la nueva basílica de San Pedro que estaba erigiéndose, y se ubican frente a la “Disputa del Santísimo Sacramento”, casi como dirigiéndose a comulgar hacia un virtual altar con la Eucaristía en la pared de enfrente.
Pero volvamos a nuestra escultura: en ella, esculpido en mármol, Laocoonte, sacerdote de Apolo, «aparece representado con sus dos hijos, envueltos en las espirales de dos serpientes, sobre las gradas de un altar. Uno de los dos reptiles hinca sus dientes en la cadera de Lacoonte quien se yergue de súbito y trata en vano de alejar de sí la cabeza del animal. El otro ha mordido ya en el costado al hijo menor que cae desfallecido por el dolor, mientras el mayor trata de deshacerse y de huir de los anillos de la serpiente. Virgilio da una amplia descripción de este episodio (Eneida, II, 199-233): el sacerdote troyano había puesto en guardia a sus compatriotas contra el caballo de madera de los griegos, dejado por éstos como "ofrenda votiva a Atenea", y había lanzado contra él una jabalina. Este hecho suscito las iras de Atenea quien mandó las serpientes contra Laocoonte. Los troyanos lo interpretaron como un signo divino, no tuvieron en cuenta las advertencias de Laocoonte y arrastraron el caballo de madera hasta el centro de la ciudad. Únicamente Eneas reconoce la verdadera significación del presagio, se pone a salvo con su familia huyendo a Italia» donde, según la leyenda fundaría Lavinium. Como ya se ha expuesto en otros posts, su hijo sería el fundador de Alba Longa y César hizo referencia como argumento político a la descendencia troyana de su familia, la gens Julia. En época de Augusto esta leyenda privada se hizo fundamento ideal de su imperio legitimando sus aspiraciones de dominio.
El grupo del Laocoonte datado en la primera mitad del siglo I después de Cristo por escultores rodios, se inspira en un original de bronce aún más antiguo del siglo II aantes de Cristo.
Pero para describir la escultura actual se pueden recordar las palabras de Johann Joachim Winckelmann, uno de los primeros teóricos de la historia del arte: “Como la profundidad del mar que permanece inmóvil por más que se agite la superficie, la expresión de las figuras griegas, aun agitadas por la pasión, muestran siempre un alma grande y ejemplar. Esta alma, no obstante los más atroces sufrimientos, se evidencia en el rostro del Laocoonte, y no sólo en éste. El dolor que se muestra en cada músculo y en cada tendón del cuerpo y que, con sólo mirar el vientre convulsionadamente contracto, sin fijarse ni en la cara ni en cualquier otra parte, casi creemos sentirlo nosotros mismos, este dolor, digo, no es expresado con signos de rabia en el rostro ni en la actitud. El Laocoonte no grita horriblemente como en el canto de Virgilio: el modo en que la boca está abierta no lo permite. Más bien no puede ni salir un suspiro angustioso y oprimido, como lo describe Sadoleto. El dolor del cuerpo y la grandeza del alma están distribuidos con igual medida y parecen mantenerse en equilibrio. Laocoonte sufre; pero sufre como el Filottete de Sófocles: su pasión nos toca el corazón, pero nosotros desearíamos poder soportar el dolor como este hombre sublime lo soporta”.
Se trata, pues, del drama de un hombre que sacrifica la propia vida y la de sus hijos por la salvación de su ciudad y de todo lo que ella implicaba en el sistema de su tiempo: la patria, la religión, la familia.
Siglos más tarde Ludwig Pollak descubrió el brazo derecho, que aparece en levantado y doblado, en 1905.
Su última restauración se llevó a cabo de 1957 a 1960.
Éstos meses está siendo exhibido todos los días de manera gratuita en los Museos Vaticanos junto a las obras que ha inspirado provenientes del Metropolitan, del British, del Louvre, de l’Ermitage, de la Albertina, de los Uffizi, del castillo de Windsor, del Chateaux Fontanebleau, del Somaini, de la Biblioteca Apostolica Vaticana y del Archivo Secreto Vaticano, como parte central del aniversario número 500 de los museos.
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