Preparemos la Navidad
Buenos días, México,
buona sera Italia.
Queridos amigos:
El próximo domingo será la Nochebuena. No quería dejar pasar esta fecha significativa para recordarles que la amistad que construimos está siempre acá conmigo. Aprovecho que hoy terminaron las clases para hacerlo.
Como saben, desde fines de agosto de este año llegué a Roma para continuar mi formación religiosa y, si Dios así lo quiere, en vistas al sacerdocio. Vine con una consigna de parte de mis superiores en México: “aprender Roma”.
Sin duda la capital italiana es fuente primaria de la inmensa y riquísima tradición occidental. Sus aportes a la cultura y a la vida de la humanidad se remontan a la Antigüedad. Pero el hecho de que aquí hayan sido asesinados por motivos religiosos dos de los apóstoles más importantes e inigualables de Jesús hace que los ojos de los cristianos volteen tantas veces hacia esta Ciudad, aplicándole el calificativo de “eterna”. En efecto, los martirios de Pedro y Pablo consagraron –si es que puede usarse un lenguaje religioso ante dicha brutalidad– de manera gloriosa a la capital del entonces Imperio romano con la misma sangre de Cristo (la sangre de un “mártir”, es decir alguien asesinado sólo por su fe en la resurrección de Jesús, se une a la sangre de Cristo, asesinado sólo por vivir lo que predicaba, derramada para nuestra salvación).
De esta manera, el envío a Roma se convierte en envío a un lugar sagrado para nuestra fe, la consigna de “aprender Roma” se vuelve indispensable en la formación religiosa y sacerdotal y la estancia en Roma se transforma en tiempo de gracia.
Así lo he ido descubriendo en estos meses que han pasado volando. Aunque no pude ver al Papa cuando llegué porque todavía pasaba sus días disfrutando del clima benigno en Castel Gandolfo, más templado que el verano caluroso de Roma, la oportunidad la tuve en la gran celebración eucarística que se llevó a cabo para la canonización de san Rafael Guízar y otros tres santos en la Plaza de San Pedro en octubre. Oportunidad inigualable de tenerle cerca y al mismo tiempo ejerciendo uno de los actos que la tradición eclesial romana en estos últimos siglos le ha reservado sólo a un Sumo Pontífice: la inscripción de una persona, tras larguísimos procesos, en el catálogo de los santos.
No lo niego, el primer mes me sentía más como turista que como otra cosa pues todo era nuevo para mí: la comida, la ciudad, la gente, mi nueva comunidad. Dediqué un esfuerzo al aprendizaje del italiano y desde entonces creo que lo entiendo, sin embargo todavía se me dificulta hablarlo con fluidez.
A lo largo de estos meses he intentado continuar la sana y cada vez más escasa tradición de enviar una postal a las personas más significativas para mí, no obstante he tenido que hacerlo de manera escalonada por motivos económicos. Si todavía no reciben mi primer postal espero que pronto llegue. Me encantaría, sin duda, que todos ellos me contestarán con otra postal de mi capital querida o de cualquier otro lugar, pero sólo si esto es posible y si no afecta mucho su economía. El correo electrónico es bueno y eficientísimo (y accedo a él desde 1997), pero soy un bohemio anticuado ¡qué le voy a hacer!
No, que no se piense que estoy peleado con la tecnología. También desde mi llegada pensé que sería bueno llevar un Blog al estilo del que llevé en el Noviciado ( http://semanas.blogspot.com ). ¿Cómo surgió ese primer blog? En aquel entonces escribía una crónica semanal que enviaba directamente a la bandeja de entrada de los correos electrónicos de mis familiares y amigos. Era una forma eficiente de mantener el contacto, pero pasaron dos cosas: primero, el mensaje era impersonal pues me faltaba tiempo para escribir una línea personalizada (¡eran más de cien contactos!) y, segundo, los mensajes de respuesta que me enviaban, muchas veces con valiosísimos comentarios, se quedaban desaprovechados pues sólo yo los leía. El envío semanal, con todo, fue una buena experiencia para mí y, tras leer un artículo sobre este servicio nuevo de formato y lectura en-línea, decidí abrir aquel espacio. Por cierto, colocar allí en “posts” lo que había sido mi correo me hizo reflexionar sobre lo que había escrito y, en fin, sobre la necesidad de autocensura sobre todo en lo que respecta a terceros. De hecho decidí no relatar allí el último mes de ese año.
Como sea, ahora implementé este nuevo sitio: En él he intentado llevar una bitácora abierta de lo que va siendo mi estancia en este lugar y de lo que voy aprendiendo. He intentado también escribir al menos una entrega semanal aunque sea breve. No ha sido fácil pues a veces la escuela me absorbe mucho, pero lo he cumplido. He subido también allí una buena parte de las fotos que he tomado. Espero subir más todavía.
Mas, con todo, gracias a la herramienta de estadísticas de visitas al sitio, descubrí que sólo mi madre y mis tías lo leen con regularidad… Por eso les invito de nueva cuenta a estar en contacto también por este medio: allí pueden ponerse comentarios abiertos. ¡Lo de menos es ponerme una nota que diga: «me aburre mucho lo que escribes, pero te deseo buena semana»!
El caso es que se acerca la Navidad. Para estar a tono con la misma iniciamos hace ya tres semanas un periodo llamado Adviento (o preparación “para la venida”). Por cierto, en Italia no se acostumbra el uso de la corona de Adviento. La corona de ramas verdes con cuatro velas que se van encendiendo de manera gradual conforme pasan las cuatro semanas previas a la fiesta del nacimiento de Jesús es una tradición del norte de Europa. En la tradición latina con el inicio del Adviento se inicia el año litúrgico. Para esto se solemniza la celebración del rezo de las primeras Vísperas del primer Domingo de Adviento de la Liturgia de las Horas. En dicha celebración en la Basílica vaticana se dio la circunstancia inigualable de servir a la Iglesia sirviendo a Su Santidad en algo muy práctico pero espiritual como lo es el servicio litúrgico.
Son escasos ya los días, pero no quería dejar de consignar una sincera felicitación e invitarlos una vez más a que preparemos la Navidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario